"Sueño roto". "Sueño frustrado". La prensa argentina se quedó sin otras palabras para explicar el fracaso en la Copa Davis. Para la mayoría, España no había ganado: la Argentina había dejado escapar de sus manos lo que se daba por seguro, casi por derecho divino. Y por eso, según el diario La Nación , los jugadores y tantos súbitos amantes del tenis sentían ayer una "enorme desilusión" al ver que la ensaladera pertenecía a un rival menospreciado de antemano.

El exitismo mediático y callejero había llegado a tal extremo, que el epílogo terminó siendo una pesadilla. "Argentina pagó caro haber subestimado a un rival disminuido por la ausencia de Rafael Nadal", reconoció Clarín . Pero ya era tarde. El discurso fanfarrón (fanfa , según la jerga local) adquirió por la noche un tono fúnebre.

Críticas a organización

En pocas horas, la calle pasó de "a estos gallegos por españoles los pasamos por encima" a hablar de la supuesta irresponsabilidad de Del Potro por haber llegado a en malas condiciones físicas, y de un equipo dominado por un ego jactancioso y sin garra.

Así son las cosas aquí: se es héroe o villano. Y por eso, el tránsito del cielo al infierno se realiza sin escalas. Alberto Mancini, el capitán del equipo argentino, perdió los estribos durante la conferencia de prensa. Acusó a los medios de haber inventado una pelea a golpes entre David Nalbaldian y Agustín Calleri, después de haber perdido el partido de dobles, y dijo que había que ser "necio" para hablar de "fracaso". Los argentinos llegaron a pagar unos 800 euros por un asiento en el pabellón de Mar del Plata.

La organización tampoco hizo enorgullecerse a muchos. El gobernador bonaerense, Daniel Scioli, luchó denodadamente por lograr que el balneario más popular del país fuera la sede de la final de la Davis, aunque no reunía las mejores condiciones. Scioli imaginaba cosechar los réditos políticos de una victoria tenística que nadie ponía en duda.

El diario Perfil convocó a un psicoanalista. "Es mucho más grande el miedo a ganar que el miedo a perder", dijo Ricardo Rubinstein. "Esto puede llegar a poner al tenista en una situación de tremenda soledad y lo enfrenta a mayores exigencias y compromisos. Genera angustia y depresión". Pobrecitos.