Nadie sabe su nombre. Adivinan a llamarla la abuela de Extremadura. Investigaciones de años han descubierto con el tiempo cómo pudo llegar a vivir por aproximación y las elucubraciones sobre su muerte son tantas como hipótesis lanzan los estudiosos. Lo que si es cierto es que vivió hace más de 180.000 años, murió con 25 y fue enterrada --o acabó por azar-- en una cueva de Fuentes de León.

La gruta extremeña, a un monte escaso de Huelva, ha encerrado durante siglos al humano --homo-- más antiguo de Extremadura. En realidad, la única pieza que se conserva de la que podía responder como primera pobladora extremeña hasta la fecha es una falange de un dedo. Una pieza minúscula, pero de valor incalculable. Como el espacio que la aguarda. Junto a ella descansan esparcidos huesos y restos de animales en la cueva de Postes, una suerte de paraíso para arqueólogos. Esta es una de las cinco grutas que forman el engranaje conocido como las cuevas de Fuentes de León. Postes alberga uno de los yacimientos neolíticos más importantes de la región y es una de las más pequeñas junto a El Caballo y Lamparilla. Esta última no está abierta al público. Masero --o Bonita-- es la ‘joya’ geológica. Estéticamente es una de las más atractivas por las formaciones que penden de sus paredes. Son lo que los expertos denominan espeleotemas, una suerte de formas que surgen debido a que el calcio de la caliza que forma la gruta se solidifica con el agua.

Hasta 300 años puede tardar una formación en adquirir la apariencia que presentan en la fotografía superior. La cueva del Agua completa el círculo. Lo más curioso de este espacio es que alberga un lago de 200 metros con agua cristalina y una curiosa colonia de murciélagos que custodian lo más recóndito de la cueva. Todo este recorrido lo conoce de memoria Marisa Giles. Es la ‘ama de llaves’. Nadie entra o sale sin que ella lo sepa. Es la guía y la vigilante forestal. Conoce cada uno de la veintena de tipos de orquídeas que rodean al paseo y sujeta un resto de cráneo de hace 10.000 años con la misma fluidez que reconoce pisar cada día un espacio con más de 500 millones de años.

Giles expone cómo el espacio con más de mil hectáreas ha sobrevivido al deterioro, pero reconoce que el desconocimiento ha provocado que la presencia humana haya causado daños en algunas de las grutas. «La gente venía aquí y se colaba», apunta. Hasta que en 2001 fue declarado monumento natural por la Junta de Extremadura y ahora recibe el beneplácito a su conservación.

En la actualidad, las visitas solo pueden hacerse con cita previa y Giles calcula que el año pasado fueron alrededor de 5.000 personas las que pasaron por sus explicaciones y por las estalactitas de Masero. Eso sí, sin tocar y sin fotos. La experiencia única solo puede quedarse en la retina. En ese sentido, destaca la «falta de reconocimiento» al yacimiento único aunque es consciente de que cada vez más turistas conocen el tesoro junto a la frontera. Eso ha permitido poner a Fuentes de León en el mapa. «Que las cuevas estén aquí es importantísimo para el pueblo porque permite que se conozca, dentro de un tiempo, el 50% de los ingresos vendrán del turismo y el otro 50%, del ganado», sentencia.

Cementerios y caníbales

La labor de Giles está complementada por la de Sandra Palomo y Elena Garrido, ambas arqueológas, y la de la bióloga Elena García. Todas acompañan a este diario en su ruta por las cuevas. Mientras Marisa muestra su interior, las tres trabajan en el laboratorio --en las cuevas en verano-- para seleccionar y catalogar el material que han localizado con esmero en los resquicios.

Desde microhuesos casi imperceptibles de ratones y más microfauna hasta el cráneo de ‘Einstein’, el apodo con el que nombran a una pieza de homínido con más de 10.000 años que guardaba el molde de su cerebro bajo la estructura de sus huesos. El humor no falta en la arqueología. Y la vocación tampoco. Las dos jóvenes coinciden en que ya desde pequeñas querían dedicarse a investigar sobre el pasado para entender el futuro. Ahora, gracias a una beca de la Fundación Extremeña de la Cultura desarrollan desde el pasado octubre su labor a medio camino entre los dos espacios. Sandra estudia la industria lítica y Elena, la cerámica prehistórica. Junto a la otra Elena García tratan de descifrar la procedencia de los hallazgos y del material natural de la desconocida ‘Atapuerca’ extremeña --a título compartido con la cueva de Santa Ana en Cáceres--.

De momento, ya han catalogado hallazgos del neolítico, calcolítico y de la época romana. Estiman que la abuela extremeña es preneandertal o neandertal. Es difícil precisarlo a la perfección. Fue en el año 2000 cuando empezó el proyecto Orígenes, un programa de arqueología para investigar sobre el terreno. Desde entonces el programa se desarrolla cada año y con más precisión. Las jóvenes disponen el laboratorio como escaparate para mostrar los útiles y los dientes humanos.

Entre las curiosidades que ponen de manifiesto es que la acumulación de tantos restos humanos en la cueva de Postes lleva a indicios de que fuera un cementerio y un lugar dedicado al culto siglos después en la época romana. Otro detalle que revelan es más sangriento que el anterior. Los ancestros extremeños practicaban el canibalismo. «Más que canibalismo, antropofagia», precisa Sandra y apostilla la explicación con un hueso de un niño que parece haber sido cocinado después de muerto. Minúsculos resquicios ayudan a entender nuestra cultura primitiva.

Fuentes de León ha vivido durante siglos bajo las pisadas de nuestros antepasados, ahora luce su tesoro a la luz, quién sabe si podrá resguardar también los secretos de sus hijos.