Este domingo, Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, termina el año litúrgico, a partir de la próxima semana el tiempo de Adviento preparará a los fieles para la llegada del Señor, según la carne. Ese reinado de Jesucristo --porbre, siervo y humilde, como reza la Liturgia-- tan diferente al de los poderosos de la tierra, parece haber marcado esta semana. Tal vez por eso el domingo pasado se dirgió a los cristianos de círculos cerrados, que se encierran en sus situaciones privilegiadas y no se acercan a las periferias, viviendo en una falsa sensación de comunión eclesial.

Tal vez por ello ha recordado a las periferias voluntarias e incomprendidas, a las personas que voluntariamente viven una vida de clausura entregados a la contemplación y la oración por todos aquéllos que no pueden hacerlo, en el marco de la jornada pro orantibus. Pedid y se os dará, sin oración nunca podrá haber acción. Y oración es lo que ha pedido Francisco para Tierra Santa, especialmente para Jerusalén, donde la escalada de violencia no respeta ni los lugares sagrados de las diversas religiones.

Construir la paz es difícil, pero vivir sin ella es un tormento, ha afirmado el pontífice. El jueves el Evangelio nos recordaba el pasaje del Dominus Flevit en el texto Lucano, cuando Jesús llora al contemplar la ciudad santa pensando en cuánto le queda por padecer. El santo padre proclama que el Señor sigue llorando al ver cómo los corazones de los hombres se cierran ante su mensaje.

Y ese mismo día ha tenido lugar la intervención de Francisco ante la Conferencia Mundial de la Nutrición en la FAO, histórica donde las haya. Resonaron sus palabras ante los líderes del mundo: mientras se habla aquí de nuevos derechos los hambrientos suplican dignidad, no limosna. Duros ataques contra el sistema económico y político, en el que los mercados se benefician de las hambrunas. Los alimentos son un derecho, no una mercancía, palabras que ha enmarcado en un análisis en el que la praxis ha predominado sobre la teoría o la vacía retórica bonhomista utilizada por otros mandatarios.

La Doctrina Social de la Iglesia tiene en Francisco a uno de sus más sólidos baluartes hasta el día de hoy. Y en ese tiempo de camino que es el Adviento, Francisco viajará a Turquía, donde Bartolomeo, patriarca ecuménico de Constantinopla, lo espera con los brazos abiertos. Como casi siempre son los de a pie los que ven inconvenientes al acercamiento, mientras que las jerarquías están dispuestas a hacer sacrificios para que la escandalosa división de los cristianos vea más pronto que tarde su fin. La visita se realiza con motivo de la festividad de San Andrés, primero de los apóstoles en ser llamado y origen de la iglesia bizantina, cuya sucesión apostólica recaé en el patriarca, como la de San Pedro en el Papa. Se ha oído de labios del santo padre un llamamiento para superar las diferencias antropológicas en el espíritu del Concilio Ecuménico Vaticano II y esas palabras repetidas por el Señor en la Oración Sacerdotal del Evangelio Joánico: Ut unum sint! (¡Que sean uno!).