Es evidente que el adelanto electoral de Andalucía responde más a cuestiones electoralistas que de cualquier otra índole. No nos vamos a hacer ahora trampas al solitario nosotros mismos. Todo el mundo sabe, o al menos intuye, que Susana Díaz quiere jugar su baza regional en la mejor posición posible y de ahí dar el salto a las primarias nacionales de su propio partido si le acompañan los resultados. Pero lo que son las cosas, un gobierno de izquierdas, asentado en dos partidos también de izquierdas, ha durado al final menos de tres años, mientras que en Extremadura un gobierno de derechas, basado en una abstención de un partido de izquierdas, va a aguantar toda la legislatura. Raro cuanto menos, ¿no?

A Monago no le han faltado ganas de disolver la Cámara extremeña y convocar elecciones en alguna ocasión. Todo político atado de pies y manos siempre tiene la tentación de dar un puñetazo encima de la mesa y pedir nuevas cartas a ver qué juego le toca. La tentación es fuerte, pero el riesgo también. Y nadie sabe a ciencia cierta qué va a pasar en Andalucía por muy bien que pinte el sondeo que tenga Susana Díaz bajo el brazo. Como dice su colega extremeño, el socialista Guillermo Fernández Vara: "antes seis meses era media vida en política, ahora es toda una vida". En los 2 meses que restan para los comicios andaluces del 22 de marzo puede cambiar la tortilla y toparse el PSOE con un escenario bastante más complicado que el actual con la irrupción de Podemos. Y a ver entonces qué hace doña Susana con el castillo de naipes montado en su cabeza con dos comicios electorales, unas primarias y su propia maternidad.

En Extremadura los populares se han entendido con Izquierda Unida aunque a priori pareciera un matrimonio imposible. Monago se ha escorado a la izquierda mostrando una pose progresista que le ha podido causar alguna que otra disensión en su partido, pero que ha superado con los adeptos ganados en sectores más centrados. Además, ha sacado adelante 4 presupuestos regionales, los dos últimos con mayoría absoluta gracias al apoyo de los regionalistas del Prex- Crex escindidos del PSOE, y lo más importante: ha superado una moción de censura a mitad de mandato porque precisamente su 'socio' de izquierdas no se quiso embarcar en una aventura a la andaluza.

Izquierda Unida no lo reconoce oficialmente, pero en privado sus líderes muestran cierto regocijo. De algún modo, el tiempo ha venido a darles la razón en la decisión adoptada en 2011, cuando quedaron ante los ojos de muchos extremeños y, por supuesto, del resto de España como la muleta del PP, un sambenito que han tenido colgado toda la legislatura. En la reunión de la federal de Izquierda Unida del viernes en Madrid no hubo palmaditas en la espalda para Pedro Escobar, pero sí miradas de condescendencia al díscolo extremeño que en su momento no quiso seguir los derroteros marcados por Cayo Lara cuando le decía, por activa y por pasiva, que a la derecha ni agua. Sus compañeros de Andalucía se han quedado en la cuneta, precisamente por seguir estos mismos derroteros, y ahora se arriesgan a que tanto el PSOE como Podemos le den una pasada en las urnas relegándolos a una mera representación testimonial.

Es evidente que Andalucía no es Extremadura y en política menos. Aquí la distancia que separa al PSOE de Izquierda Unida ha sido tradicionalmente tan grande que hasta ha permitido un acercamiento al PP. Así de simple. ¿Y funcionará en las urnas? Pues está por ver qué papel juega la formación y qué bazas presenta en cuanto a logros. La base de la militancia parece estar mayoritariamente con la dirección, a la vista del respaldo de avales logrado por su coordinador regional cara a las primarias que se deberán celebrar en febrero, pero el electorado sigue siendo una incógnita, pues a todo el caldo de cultivo que pueda haberse ido gestando a lo largo de la legislatura habrá que sumar la aparición de Podemos y también de otras fuerzas políticas emergentes que tratan de pescar votos y robarle la llave que tan sigilosamente ha tenido custodiada la formación cuatro años.