Dicen Sebastián, Florencio y Pedro que Extremadura se muere. Que como los jóvenes no se pongan manos a la obra pronto dejarán de nacer niños en Extremadura e incluso desaparecerán algunos pueblos, y lo peor, también las pensiones. Y aunque aún parece exagerado hablar en esos términos, estos tres cacereños que superan los 80 años no van desencaminados. La región está envejeciendo, cada día lo hace a un ritmo mayor y las consecuencias son para todos.

En diez años habrá una persona menos en edad de trabajar para pagar cada pensión. En 2012 se mantienen casi cuatro activos por cada jubilado, pero en el 2022 habrá casi 27.000 extremeños menos de entre 16 y 65 años, mientras la cifra de mayores de esta edad se incrementa en más de 15.600 personas. Menos para más. De 0 a 50 años la población no parará de decrecer, mientras de 50 hasta los 100 la respuesta es inversa. Basta otro dato: los mayores de 85 años serán un 30% más en diez años.

¿Hacia qué región caminamos con tales perspectivas? ¿Es imparable el envejecimiento? Al experto en geografía regional y profesor de la Uex, Antonio Pérez Díaz, no le pillan por sorpresa estos datos que predice el INE, e incluso le parecen más optimista que la realidad que vislumbra. Su respuesta a la pregunta anterior es sí, "el envejecimiento no tiene freno sin una medida de choque como que la región se convierta de repente en atractiva para los jóvenes, algo que no se espera. Pero ese no es el problema. La vejez es síntoma de sociedad desarrollada y más esperanza de vida".

SIN RELEVO "El problema es que cada vez hay menos niños y jóvenes que supongan un relevo generacional y trabajen para mantener a esos mayores" como Paqui Villegas, de 84 años, hoy jubilada tras más de 20 regentando una droguería. Ella no es ajena a la realidad. "Cada día somos menos y más viejos, mi madre tuvo ocho hijos, yo tres y ahora esos ya son muchos". Sin ánimo de alarmar, pero sí de urgir soluciones, el profesor es taxativo: "Los extremeños estamos en peligro de extinción".

En una década serán casi 19.000 menos, según el INE, que insiste Pérez, "es optimista". Cáceres pierde población a un ritmo mayor que Badajoz: en diez años habrá 17.300 cacereños menos mientras que se registrará un descenso de 1.500 pacenses. La culpa la tienen tres factores inexorables que afectan especialmente a los pueblos. Lo nacimientos caerán un 16% (1.500 bebés menos); las defunciones superarán a los nacidos (con dos mil más) y la emigración no cesará. De los emigrantes que se esperan en diez años, cerca de 4.000, el 80% buscará refugio en el país y el 20% fuera de España.

La gestión de la crisis tiene mucho que ver en este fenómeno migratorio. Y es que el saldo se mantiene positivo de momento porque las salidas de población se están viendo amortiguadas por las entradas de antiguos emigrantes que se quedan sin empleo y retornan.

Pero esta inclinación tiende a invertirse. "El problema se puede plantear cuando venzamos la crisis. Somos la región más deprimida y otras comunidades que tienen un tejido industrial y de servicios más sólidos se recuperarán antes, empezarán a necesitar mano de obra y nuestros parados volverán a emigrar a Madrid, Barcelona, Bilbao,...". Esta situación "va a poner a los pies de los cabales a nuestros pequeños municipios, que ya manifiestan índices de envejecimiento insostenibles". Habla Pérez de pueblos con tasas de envejecimiento del 300% y hasta el 400%, lo que quiere decir cuatro ancianos por cada niño. "Eso supone un agotamiento biológico y echar la llave. No podemos garantizar el futuro si el crecimiento natural sigue siendo negativo".

La consecuencia final de esta proyección es el posible cierre de algunos pueblos y una inevitable mayor dependencia económica. "En los próximos años parte de los impuestos tendrán que ir destinados a financiar los servicios de los mayores". Por ahí se sostiene el retraso de la edad de jubilación hasta los 67 años, cuando ahora la esperanza de vida es diez años mayor. Pero pocas acciones más se contemplan. "Ni en Extremadura, ni en España se han tomado medidas serias para atajar este problema". La ley de conciliación o el cheque bebé han sido "insuficientes" para animar la natalidad. "Corregir el problema por esta vía es difícil, la clave está en las migraciones"; primero en tomar medidas para fijar la población, y segundo en evitar las salidas e incentivar el retorno y la inmigración, aunque este experto duda de la capacidad para lograrlo tras dejar escapar opciones de desarrollo industrial, como la refinería. "La actividad humana es necesaria".