Mientras usted se pelea en la playa con la sombrilla y con la suegra, o trata de desconectar en un hotel rural con gallos que le despiertan a la salida del sol, o recorre kilómetros y kilómetros para volver al pueblo y ver a gente a la que no quiere ver, o hace un viaje organizado a cualquier destino lejano elegido al mismo tiempo por otros miles de turistas, mientras, en fin, la mayoría de los mortales como usted intentan disfrutar de unas vacaciones merecidas, unos pocos privilegiados escogen lugares selectos para descansar de verdad. Muchos de estos elegidos por la diosa fortuna (en el sentido más económico del término) son aristócratas, ases del deporte y estrellas del cine y la música.

No es difícil encontrarlos en Merano, en el Tirol italiano, para pasar una semana en Palace Merano, un centro que mezcla los conceptos de hotel, spa, balneario y clínica al gusto de los más adinerados del planeta. Desde jeques árabes hasta aristócratas y jefes de estado europeos, pasando por celebridades como Sharon Stone, Isabelle Adjani, Monica Bellucci, Claudia Schiffer, Zinedine Zidane, Diego Armando Maradona, Laurent Blanc, Arsène Wenger, Luciano Pavarotti, Flavio Briatore, Johnny Hallyday, Jacques Chirac, John Galliano... Todos ellos suelen repetir la visita a este lujoso centro consagrado a la biontología.

Henri Chenot, creador del concepto hace 40 años y dueño de Palace Merano, asegura: "Usamos la base de la medicina china, que da más importancia al prevenir que al curar, con tecnologías y aparatos de última generación como los escáneres, para ayudar a eliminar las toxinas del cuerpo. Por eso la dieta que sigue el paciente es fundamental". Los ricos van allí a depurarse, a regenerarse, a desintoxicarse. La detox es palabra sagrada entre las paredes de este edificio de 1906 en el que trabajan 200 personas, entre médicos, dietistas, cocineros, masajistas, conserjes, chóferes... El tratamiento, que entre otras curas incluye fangoterapia, hidroterapia, masajes y termoacupuntura, dura una semana y cuesta 4.130 euros.

Los ricos y las estrellas se mueven en albornoz (¡Carolina de Mónaco en albornoz!) y pasan hambre. Sufren (cómo debió de padecer Ernesto de Hannóver durante una semana sin vino). Pero repiten. Como Maradona. El exseleccionador argentino es un cliente histórico desde que, tras su fichaje por el Nápoles, acudió por primera vez a Merano. No hace mucho volvió por enésima vez. "¿Puedo ir?", le preguntó a Chenot. "Hace tres años que no me drogo". Y Chenot, amigo suyo, le dio permiso.

Pavarotti es otro de los ilustres que revolucionaron el centro. "Un personaje fuera de toda norma, pero un gran profesional también". "Durante la hidroterapia cantaba y todos los cristales de la sala vibraban. ¡Era tremendo!", dice Chenot.

Flavio Briatore acude cada año. "Es amigo mío", afirma Chenot. El italiano viaja con su jet y aterriza en la cercana Bolzano. Ahí les recoge uno de los cuatro conductores del hotel, cuyos Mercedes S500 recorren más de 100.000 kilómetros en un año.

El balneario ofrece clases de yoga, de pilates y de cocina sana. ¿Schiffer o Bellucci han ido a estos cursos? "Supongo... Quién sabe", responde lacónico Chenot para salvaguardar la intimidad de unos personajes que luego se dejan ver paseando por Merano, quién sabe si en busca de una pizza que llevarse a la boca.