Cuando un día como hoy de hace 50 años se estrenó en las salas de cine de EEUU la que entonces era la última película de Alfred Hitchcock, la reacción de público y crítica no fue precisamente entusiasta. Ni las masas corrieron a las butacas a ver a James Stewart, Kim Novak y la ciudad de San Francisco como pocas veces antes o después ha sido retratada, ni muchos críticos se rindieron a sus encantos. El de la revista Time, por ejemplo, la definió como "un disparate".

Sin embargo, han tenido que pasar cinco décadas para resituar esta historia de obsesión, amor, pasión y engaños con tintes necrófilos y suficiente material para escribir un tratado de psicología, como una obra de culto, considerada por muchos fans y estudiosos del legendario director británico como la mejor de una carrera llena de cumbres.

Hoy, desde los magníficos e hipnóticos títulos de crédito de Saul Bass hasta la magistral banda sonora de Bernard Herrmann pasando por movimientos de cámara como el efecto vértigo (acercar la cámara mientras se aleja el zum) forman parte de la historia con mayúsculas del cine, esa que se deja sentir en películas posteriores en forma de inspiración --y a veces en algo más cercano al plagio--. Y maestros como Martin Scorsese integran el club de devotos de una película que en 1989 fue incluida en el Archivo Nacional de Cine de EEUU y reconocida por la Biblioteca del Congreso como "cultural, histórica y estéticamente significativa". El Instituto de Cine Americano la incluyó en el 2007 en su decálogo de las 10 mejores obras del cine.

Scorsese, que a través de su fundación contribuyó en los años 90 a la brillante restauración que acometieron Robert Harris y James Katz, confesó esa devoción en el prólogo para el libro Vertigo. The making of a classic, de Dan Auiler. "Demostró que es posible funcionar dentro de un sistema (de grandes estudios) y hacer un trabajo que es profundamente personal al mismo tiempo", escribió el director de Taxi driver, para quien Vértigo es "esencial" por su extraordinaria precisión visual, sus numerosos momentos de misterio y sutil poesía, por su exquisito e inquietante uso del color y, ante todo, "porque tiene un héroe guiado puramente por la obsesión".

San Francisco también es protagonista, aunque 50 escenarios se crearan en platós, y por eso la ciudad que Hitchcock describió como "el París de América" alimenta su mito. La empresa A friend in Town ofrece por entre 190 y 340 euros visitas guiadas por decorados de Vértigo, como el palacio de Bellas Artes, aún hoy un lugar favorito de los amantes.