"Si fuera más malintencionado podría habérselo vendido a Rusia o China y hacer caja". Así hablaba el pasado mayo Bradley Manning, el analista de inteligencia del Ejército de EEUU de 23 años sospechoso de haber dado cientos de miles de documentos clasificados a Wikileaks, incluyendo los cables diplomáticos de la última filtración. Charlaba en un chat de internet con un hacker , Adrian Lamo, que resultó ser un confidente de las autoridades de EEUU y lo delató. Hoy Manning, arrestado en junio, está aislado en la prisión militar de Quantico, en Virginia, a la espera de una posible corte marcial.

En la charla, el soldado confesó la copia de documentos secretos. Usó un disco de Lady Gaga, que iba escuchando y fue borrando según copiaba. Manning denunció los fallos de seguridad. "Era un derrame masivo de datos". "Los servidores eran débiles --escribió en otro momento--; las claves de acceso eran débiles, era débil la seguridad física y débil el contraespionaje- Era la tormenta perfecta".