Para tratarse de diez políticos que se postulan para dirigir el futuro inmediato de EEUU, los candidatos del partido Republicano a la Casa Blanca se pasaron gran parte del primer debate conjunto que celebraron el jueves en California hablando de los viejos buenos tiempos de Ronald Reagan. En cambio, no solo no citaron por su nombre a George Bush, sino que intentaron desmarcarse de su gestión de la guerra de Irak y solo el exalcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, le dedicó unas palabras de reconocimiento por un tema que no crea controversia: su gestión inmediata tras los atentados del 11-S.

Es cierto que el escenario --la biblioteca Ronald Reagan en Simi Valley (California), presidida por un Air Force One-- era propicia para recordar al héroe conservador por antonomasia, así como la presencia de su viuda, Nancy Reagan, y la del gobernador de California, Arnold Schwarzenegger. Pero las hasta 19 veces que los candidatos pronunciaron su nombre y la apelación a su legado en cada uno de los temas que se abordaron demuestra que Bush es un lastre más que un activo para los presidenciables y que ninguno de los candidatos es capaz de movilizar por sí mismo a un electorado conservador apático que parece pensar más en los que no están en liza (Newt Gingrich, Fred Thompson) que en los diez que se han lanzado a la arena.

Establecidos así los términos del debate, el que más se pareció a Reagan --aunque solo fuera por porte y simpatía-- fue Mitt Romney, el candidato mormón a quien el establishment del partido cada vez ve con mejores ojos, a pesar de que en las encuestas va por detrás de los dos favoritos, Giuliani y el senador John McCain. Romney aprovechó el debate para reafirmar sus valores familiares, calificarse de pro-vida y expresar su fe en la fuerza como eje de la política exterior.

EL EFECTO GIULIANI Giuliani dedicó gran parte de sus intervenciones a reforzar su punto fuerte: su dura postura contra el terrorismo. Sin embargo, Giuliani estuvo dubitativo en lo relativo al aborto, un tema en el que se proclamó pro-vida pero, al mismo tiempo, partidario de que las mujeres tomen sus propias decisiones. Una ambivalencia que le puede pasar factura entre los más conservadores. Un nervioso McCain, por su parte, solo destacó por su dureza con los "tremendos errores en la dirección de la guerra de Irak" cometidos por el presidente Bush.