Todo acontecimiento histórico digno de quedar en la memoria suele quedar reducido a un cuento en el que siempre hay un héroe y un villano. Es un ritual justificativo que a menudo transforma en comedia lo que, en realidad, fue una tragedia. El último intento revolucionario de Ernesto Che Guevara, de cuya ejecución sumaria en Bolivia se acaban de cumplir 40 años, tampoco se apartó de dicho canon.

Corrían tiempos convulsos marcados por el enfrentamiento Este-Oeste, la fuerza naciente del Tercer Mundo y el desafío de la Revolución Cubana, que parecía augurar una nueva izquierda. En medio del fragor de la consigna guevarista de "crear dos, tres, muchos Vietnam", un pintor argentino llamado Ciro Bustos, a quien casi nadie conocía, se vio convertido en el perfecto villano. Aquel hombre fiel al Che, que hizo del anonimato y el sigilo sus mejores armas para moverse en la guerrilla, pasó a ser el Judas de la historia. Rumores y silencios avalaron durante largos años la verdad oficial .

Por las calles empinadas de El Masnou, ese pueblo costero del Maresme, Bustos se siente como pez en el agua. "Busquemos el filo", le dice a su amigo el poeta argentino Alberto Szpunberg; es decir, en jerga guerrillera, el camino más seguro, más rápido y menos cansado. Ambos coincidieron en las luchas proyectadas por el Che en Latinoamérica en los años 60 y 70. Al final, uno y otro terminaron en el exilio: Ciro Bustos, en Malmoe (Suecia), desde 1976; Alberto Spunzberg, en El Masnou, desde 1977. El poeta recuerda: "Ciro vino aquí para corregir su libro, en el que trabajó durante cinco años, e iniciar la batalla para su publicación, batalla nada fácil y para él definitiva". El pintor apunta: "Fue un proceso de catarsis que, de pronto, estalló con fuerza y claridad, con momentos casi mágicos".

El libro de Bustos, titulado El Che quiere verte , acaba de ser publicado en Argentina por Ediciones B. El presunto villano ha tardado cuatro décadas en romper el silencio. En realidad, empezó a romper el velo de infundios en el 2001, cuando fue entrevistado para un documental de la televisión sueca, Sacrificio. ¿Quién traicionó al Che Guevara? , en el que ya se constataba que el pintor argentino había sido una víctima de la historia. Poco antes, en 1997, el francés Pierre Kalfon y el mexicano Jorge Castañeda publicaron sendas biografías sobre Guevara en las que cargaron sobre Bustos el muerto de la traición y la delación. Poco después, el estadounidense Jon Lee Anderson, el único escritor que se molestó en hablar con Ciro en su casa de Malmoe, rechazó una simplificación tan insostenible en su libro Che, una vida revolucionaria . El Che quiere verte esclarece la historia. Ciro Bustos se embarcó en el libro porque "no queda nada por ocultar o proteger y es necesario restaurar la verdad, tan desfigurada por equívocos y alabanzas".

Todo empezó cuando Bustos escuchó una entrevista a Che Guevara y Fidel Castro hecha por el periodista argentino Jorge Ricardo Masetti en la base guerrillera de Sierra Maestra en 1958 para la radio El Mundo de Buenos Aires. Ciro quedó impresionado por la voz familiar del Che. Tras el triunfo de la revolución el primero de enero de 1959, decidió viajar a Cuba. Así lo hizo en 1961. Pronto encontró trabajo en un taller de cerámica de Holguín. Luego empezó a dar también clases de Historia del Arte en Santiago de Cuba, donde trabó amistad con un médico argentino, Alberto Granados, amigo de juventud del Che, al que acompañó en su legendario viaje en motocicleta por Suramérica.

La vida de Ciro dio un giro imprevisto el día en que Granados le anunció que el Che quería conocerle. Viajó a La Habana y vio por primera vez a Guevara, quien le puso en contacto con Masetti, fundador de la agencia cubana de noticias Prensa Latina. A oídos de Guevara había llegado la información, vía Granados, de que Ciro Bustos conocía bien la provincia argentina de Salta, fronteriza con Bolivia. El Che tenía en aquellos días la intención de crear un foco guerrillero en el norte de Argentina para extender la revolución. Ciro recuerda: "El plan era preparar un grupo pequeño, bien entrenado militarmente, que instalaría en Salta una base al mando de Masetti, el ´Comandante Segundo´, hasta la llegada del Che, que asumiría su cargo de primer comandante".

Pasa a la página siguiente