A cinco días de haber sufrido un infarto que obligó a darle, incluso, la extremaunción, el dictador chileno Augusto Pinochet mantenía ayer una evolución tan favorable que su incondicional entorno lo atribuía a un regalo divino. Y mientras un sector de la derecha volvía a dedicarle palabras amables al general, de 91 años, los organismos defensores de los derechos humanos anunciaron que le pedirán a la justicia que investigue si su ingreso en el Hospital Militar de Santiago fue una "puesta en escena" para eludir una nueva orden de arresto.

Los médicos informaron ayer de que Pinochet estaba "tranquilo" y mantenía "los parámetros clínicos de normalidad".

Lorena Pizarro, de la Asociación de Familiares Detenidos Desaparecidos (AFDD), sigue pensando que "la inminente muerte" ha sido "un montaje a todas luces" que ha contado "con la participación de terceros", y que le sirvió a Pinochet como atajo frente a un nuevo cerco judicial. El diputado Ivan Moreira, de la Unión Democrática Independiente (UDI), señaló que esa mejora no puede ser explicada solo por la ciencia.