A cuatro días de las presidenciales chilenas, La Noche de Morandé, del canal Megavisión realizó un simulacro de voto en tono de supuesta comedia. Las secretarias del programa entraron en un cuarto oscuro improvisado y, al salir, en traje de baño, exhibiendo sus portentosas cirugías, no supieron cómo ni qué se elegía. El animador, Quique Morande, conocido por haber contado chistes en el 80 cumpleaños del dictador Augusto Pinochet, festejó la situación. El programa es un reducto incólume del machismo con el cual comulga una parte de los habitantes de este país que, si las encuestas no fallan, será gobernado por una mujer, la socialista Michelle Bachelet.

La candidata de la Concertación Democrática, la alianza entre socialistas y la Democracia Cristiana que gobierna Chile desde 1990, ha roto casi todas las reglas de un Chile que reverencia ciertas convenciones. También es dueña de una historia personal que estremece. La dictadura asesinó a su padre, el general Alberto Bachelet. Ella y su madre fueron luego torturadas y tuvieron que exiliarse. "Las maltrataron tanto...", dice Carmen con un cigarrillo Belmont en la boca, sentada en un banco de la Alameda, la avenida principal de Santiago. Carmen votará por Bachelet. Quiere que Michelle, como la llama, tenga su revancha y, de paso, le devuelva el trabajo que perdió. En cambio, Vivi, su amiga, asegura que "ni loca" va a apoyar a alguien que no tiene una familia "como Dios manda".

"Piensan siete veces más"

La doctora Bachelet se casó y se separó dos veces. Crió sola a sus tres hijos mientras emprendía una fulgurante carrera que la llevó a los ministerios de Salud y Defensa. En ese mundo propio de los hombres, Bachelet comandó la "despinochetización" de las Fuerzas Armadas. Los amantes del orden marcial se espantaron al verla subida a un tanque, con uniforme de camuflaje. "Es gente que aún no entiende que la mujer es superior a nosotros: ellas piensan siete veces más", sostiene Gustavo Aguilera, un sindicalista que reparte propaganda en la Alameda, y cuya esposa murió en el Estadio Nacional tras el golpe del 73.

La aspirante oficialista no tardó en convertirse en la figura más popular de Chile después del presidente, Ricardo Lagos. Ahora está a un paso de entrar como jefa de Estado en el Palacio de La Moneda al que su padre iba como jefe de abastecimiento de Salvador Allende.

Pocos creen que pueda ganar en la primera vuelta del domingo, en la que compite con dos candidatos de la derecha, Sebastián Piñera y Joaquín Lavín, y uno que se coloca a la izquierda de la Concertación, Tomás Hirsh. Hasta el momento, los encuestadores auguran, sin embargo, su victoria en el balotaje, en enero. La holgura de ese eventual triunfo dependerá de la diferencia que le saque el domingo a la derecha en conjunto. Si supera el 45% de los votos, todo será más fácil.

El machismo imperante

La campaña mediática de Piñera y Lavin apunta en estas horas a reducir ese margen. La gente anda por la Alameda como absorta entre los carteles que los invitan a frustrar la ascensión de Bachelet al poder. Zita atraviesa el enjambre humano con parsimonia. Tiene 75 años y hace poco llegó de París. La dictadura le mató a su hijo, un estudiante de biología marina. "Y por eso yo estoy con Michelle. Creo que hará a un buen Gobierno".

"¿Sí, pero quién está detrás de ella?", quiere saber José Miguel, antes de perderse por la escalera que lo lleva a la estación de metro. Bachelet suele lanzar fuego de sus ojos cuando aluden a una supuesta falta de carácter. "Lo que dicen es para sintonizar con el machismo que está dentro de mujeres y hombres: creer que si soy presidenta van a gobernar otros", le contestó a la revista The Clinic. Al menos decisión no parece faltarle.

Bachelet suspendió ayer el cierre de campaña debido al accidente de tránsito a las afueras de Santiago en el que murieron cinco personas que iban en un bus. Tres de ellas formaban parte de su comando electoral. Entre los heridos está su sobrino. Bachelet volvió a calzarse el guardapolvo de médica para ir al lugar de la tragedia. Luego fue a consolar a los deudos.