A los 67 años, cuando ya había pasado casi un lustro desde que enviara desde el Lejano Oriente un fax a Lima con su renuncia a la presidencia de Perú, Alberto Fujimori abandonó el refugio en Tokio que le dio la derecha japonesa y decidió saltar al vacío.

Las motivaciones de su llegada a Santiago de Chile son tan inescrutables como sus ojos. Su permanencia en Chile, dijo, sería "temporal", apenas unas escala antes de retornar a Perú para "cumplir con el compromiso adquirido con un importante sector del pueblo" que le "ha convocado para que participe como candidato a la presidencia" en los comicios previstos para el 2006.

Triunfo electoral

El Gobierno peruano tradujo miles de folios al japonés explicando por qué el expresidente Fujimori debía ser extraditado a Lima, donde perdió los derechos políticos. Se le considera responsable de las masacres de La Cantuta y Barrios Altos y de haber pagado 13 millones de euros a Vladimiro Montesinos, su rasputín, para que huyera mientras el régimen se tambaleaba. Tokio dijo no : el hombre al que llaman el Chino era para ellos japonés.

Llegó a la presidencia en 1990 sin que nadie le tomara en serio, en una campaña en la que venció al escritor Mario Vargas Llosa. Luego aplicó su programa neoliberal, cerró el Parlamento, derrotó a la guerrilla e inundó el país de escándalos. Fue reelecto en el 2000 con fraude. No pudo terminar su tercer mandato. La paciencia social había llegado a su límite.