"¡Orden!" "¡Orden!". La voz balbuceante del presidente de la Cámara de los Comunes, Michael Martin, era ayer la de un hombre colocado frente al paredón. Una quincena de diputados, entre los que habían miembros de todos los partidos, descargó contra él la ira por su gestión en el escándalo de los gastos abusivos de los parlamentarios británicos.

Martin, un veterano laborista escocés, aumentó el enojo de sus colegas cuando invocó el reglamento para evitar un debate y, en contra de lo esperado, no se pronunció sobre su futuro. "Hoy no toca ese tema", dijo. Horas antes, el primer ministro, Gordon Brown, se había negado a respaldarle, señalando que el tema "es competencia del Parlamento y no del Gobierno".

En medio de una crisis política institucional sin precedentes, al speaker de los Comunes parece haberle tocado hacer de chivo expiatorio.