Los brasileños acudirán hoy a las urnas tras una campaña electoral convertida en un ejercicio de difamación entre oficialistas y opositores que --si los encuestadores no han errado-- le dará al presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, la llave para un segundo periodo de Gobierno. La víspera de los comicios estuvo marcada por una imagen que resume las acusaciones, invectivas y mofas mutuas de las últimas semanas: fajos de billetes uno encima de otro como si fueran torres hasta los 800.000 dólares (631.000 euros), y con los que activistas del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) pretendían comprar información que incriminara a sus adversarios.

"Llueve sobre mojado", decían ayer en Sao Paulo sobre las 23 fotos del dinero que la policía guardaba tras haberlo incautado. Pero alguien "las robó", y en un cedé las distribuyó a la prensa. El PT recurrió a la justicia para impedir que se publicaran las montañas de dinero. "Se ha violado el secreto judicial", señaló el partido sobre la causa abierta, que involucra a gente del entorno de Lula. El Tribunal Supremo Electoral rechazó la petición y el oficialismo impugnó la candidatura de Geraldo Alckmin, el representante del centroderecha.

MANIOBRAS DE ANTAÑO "Esto es una maniobra: las fotos fueron compradas", clamó Marco Aurelio García, coordinador de la campaña del PT. "Qué ridículo: Lula debe explicar de dónde salieron los billetes", dijo Alckmin. El ministro coordinador del Gobierno, Tarso Genro, que un día habla de conjuras "golpistas" y al otro invita a sus enemigos a "concertar políticas", comparó estas imágenes con una manipulación mediática que en 1989 le costó a Lula las elecciones.

Hace 17 años y en plena jornada electoral, cuando millones de brasileños aún no habían votado, las principales cadenas televisivas interrumpieron por un momento sus transmisiones. En la pantalla aparecieron los frustrados secuestradores de un poderoso empresario. Todos llevaban camisetas del PT. Fue un montaje. Al final, ganó la contienda Fernando Collor de Mello.

EL IMPACTO DE LA NOTICIA "Jamás tuvimos una lluvia de acusaciones tan contundentes contra un gobernante aún en ejercicio de sus funciones", manifestó el analista Clovis Rossi. La virulencia mediática es tal que el semanario Veja reprodujo ayer la escena de La última cena , de Leonardo da Vinci, y puso a Lula, que se ha comparado con Jesús, en la misma postura de este en el fresco. Pero a uno y otro lado están los dirigentes de primera línea y asesores de Lula destituidos por denuncias de corrupción desde el 2005.

A estas alturas, señaló el diario Folha de Sao Paulo , la victoria del mandatario "depende del impacto de las últimas noticias sobre su electorado más fiel". Y eso no está tan claro. Según Franklin Martins, que en su juventud participó de la guerrilla urbana y ahora es comentarista, en Brasil tiene lugar un hecho novedoso: la clase media, la más permeable a las denuncias contra el PT, ha dejado de ser la formadora de las opiniones de los estratos sociales más bajos. Son los millones de personas que se benefician de los planes asistenciales de Lula.

Tras la "campaña más beligerante y judicializada de la historia", según el diario O Globo , la guerra seguirá en los tribunales. Con este panorama, el escenario de gobernabilidad se vuelve frágil. "¿Qué país estamos construyendo?", se preguntó la revista Isto e . Eso, poco importa.