Gordon Brown cumple hoy un año como primer ministro británico, pero no tiene nada que celebrar. En cuestión de 12 meses, el sucesor de Tony Blair ha dilapidado su crédito entre los electores. Las encuestas le condenan, sus colegas le critican, la oposición se crece. Con los conservadores disfrutando del mayor respaldo popular de los últimas dos décadas, Brown es cadáver político, el pastor que conduce al rebaño laborista hacia el matadero.

"Comenzó bien, pero el ambiente se ha ido deteriorando. Está muy desesperado", comenta a este diario Derek Scott, exconsejero económico de Blair. Una desesperación compartida por su Gabinete. El 30 de junio del 2007, los laboristas aventajaban a los tories por dos puntos (38%, frente al 35%). Hoy son los conservadores, quienes están al frente con 22 puntos de diferencia (47% frente al 25%).