Es posible que un pueblo entero se equivoque. En esos momentos, es cuando hacen falta políticos de talla, capaces de rectificar los instintos primarios y convertirlos en impulsos racionales y, a veces, sencillamente, decentes. Para decidir si hay que entrar o no en una guerra, las cosas tienden a ser más sencillas: uno va a la guerra o no va. Las encuestas aquí no tienen muchas interpretaciones, no deben de pasar por los filtros de los expertos para saber de qué va. No es el miedo, ni un instinto primario lo que explica la coincidencia: casi nadie quiere entrar en esta guerra porque casi nadie ve la razón de hacerlo.

La última formación que faltaba por unirse al ´no´ a la guerra en la manifestación del próximo 15 en Cataluña era UDC. No queda nadie fuera, ni queda nadie entre los votantes, salvo los que miran el periódico para saber lo que deben decir. En el gran referendo que es la suma de todas las encuestas, queda a favor de Bush sólo Aznar, y los que están a sueldo del PP. ¿Hay alguien más ahí?