Estamos en medio de una guerra. Nos atacan con aviones y tanques. Disparan a los edificios y a todo lo que se mueve. ¿Acaso las mujeres y los niños son responsables de los cohetes?". Escondido junto a sus seis hijos y su mujer en la habitación más resguardada de su casa de Yabalia, Nafiz Alkahlut, describía ayer por teléfono a este corresponsal la devastadora incursión israelí en las lindes del mayor campo de refugiados de Gaza. "Las paredes se mueven con las deflagraciones. Quiero poner a salvo a mi familia pero es muy peligroso salir a la calle", musitó con la voz entrecortada por el miedo.

Durante la semana, el primer ministro hebreo, Ehud Olmert, había advertido de que la respuesta a los cohetes palestinos que mataron a un israelí el miércoles en Sderot y que empiezan a caer con regularidad también en Askelon iba a ser especialmente dura. Pero pocos imaginaban la magnitud de la represalia. Cientos de soldados, flanqueados por docenas de tanques y carros de combate, penetraron de madrugada en el norte de Gaza apoyados desde el aire por helicópteros Apache y aviones no pilotados. Al menos 50 palestinos murieron en la ofensiva, una de las más luctuosas desde el apogeo de la Intifada en el 2002. Otros 140 resultaron heridos. Entre los muertos hay al menos 13 civiles: ocho menores, tres mujeres y dos varones. La sangría eleva a 83 el número de víctimas palestinas en tan solo tres días, 19 de ellas, niños.

DOS SOLDADOS HEBREOS Durante los combates, centrados en Yabalia y Beit Hanún, también cayeron dos soldados israelís. Además, las milicias palestinas, que se batieron cuerpo a cuerpo en algunas calles con los soldados, lanzaron medio centenar de cohetes caseros y misiles katiuska sobre el sur de Israel.

La despiadada escalada militar israelí ha desencadenado graves consecuencias sobre el dubitativo proceso de paz en curso. La Autoridad Nacional Palestina (ANP) anunció que suspendía las negociaciones con Israel. "Es intolerable lo que están haciendo los israelís, con sus acciones están socavando toda la credibilidad del proceso de paz", afirmó el exprimer ministro y jefe de las negociaciones palestinas, Ahmed Qureia. Israel respondió que las amenazas de la ANP no detendrán la operación. El presidente palestino, Mahmud Abbás, pidió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU.

A pie de calle, las agencias y algunos testigos consultados describieron escenas dramáticas. Jaquelin Abu Shbak, una adolescente de 17 años, salió a la calle para rescatar a su hermano de 14, alcanzado por la artillería de un tanque israelí. Al aproximarse a su cuerpo, los soldados le dispararon en el corazón. Otra niña resultó gravemente herida al caer sobre su casa una bomba de la aviación. El Ejército declaró que la casa se empleaba como almacén de armas.

La avalancha de heridos colapsó los precarios hospitales de la franja, estrangulados desde hace meses por los cortes de luz y combustible impuestos por Israel, así como por la escasez de medicamentos motivada por el cierre de las fronteras. Las autoridades sanitarias informaron de que el Ejército disparó contra varias ambulancias. Tampoco se salvaron de las balas algunos periodistas árabes de Al Jazira y la productora palestina Ramatán.

Y todo parece indicar que lo peor está por llegar. Según un portavoz castrense, la operación devastadora de ayer no fue más que una operación rutinaria.