"Todos los que voten deben saber que su voto puede significar dos cosas: la sentencia de muerte para Gilad o el fin de su cautiverio". El dramatismo expresado por Aviva Shalit poco antes de que los principales ministros del Gobierno israelí se reunieran el lunes para votar sobre la suerte de su hijo, refleja el momento decisivo al que parecen haber llegado las negociaciones para el canje de prisioneros entre Israel y Hamás. La última oferta israelí debería llegar hoy a la franja de manos del mediador alemán. Los Shalit y las familias de los 11.000 presos palestinos aguardan con el corazón en un puño.

El desenlace parece haberse precipitado por la presunta amenaza de dimisión del funcionario alemán que ejerce de puente entre las partes a menos que se alcance una solución en las próximas semanas. Son dos los principales puntos de disensión: el número de presos "con sangre en las manos" que Israel está dispuesto a liberar y su destino tras ser excarcelados. Según la prensa árabe, el Estado judío quiere que 130 reos de Cisjordania sean desterrados a Gaza o al extranjero. El total de palestinos liberados rondaría el millar.

MAS TIEMPO El ministro israelí de Defensa, Ehud Barak, dijo ayer que la prioridad de su Gobierno es "devolver a Gilad a casa, aunque no a cualquier precio". Nada concluyente se sabe de la votación del lunes, aunque parece que Israel ha pedido al mediador alemán que retrase su viaje a Gaza para dar tiempo a su Gobierno a cerrar una posición consensuada. Es un punto vital, porque la postura que adopten los siete ministros con poder de decisión en asuntos de seguridad, la debe ratificar más tarde el Gabinete.

El primer ministro, Binyamín Netanyahu, lo apoya, sino no hubiera permitido que se hiciera pública en octubre la "prueba de vida" entregada por Hamás, un vídeo en el que aparece el soldado Shalit leyendo un mensaje a su familia en buen estado de salud. A Netanyahu este asunto le ha puesto ante el espejo. En su trayectoria ha dedicado cientos conferencias a predicar que no se debe ceder ante terroristas.

Ahora se está viendo empujado a hacerlo por la presión de una sociedad que desea la vuelta a casa del joven soldado Shalit, tras tres años y medio de cautiverio en Gaza a manos de Hamás. Salvo en el caso de Ron Arad, el Estado siempre ha cumplido con su responsabilidad de devolver a sus soldados a casa, vivos o muertos, y al precio que fuera.

En este caso, el precio son cerca de un millar de los 11.000 palestinos que pueblan las cárceles israelís, aunque según fuentes israelís y de Hamás, el acuerdo no incluirá el fin del bloqueo que lleva más de tres años estrangulando a la población de Gaza. Los islamistas han pedido que sean liberados las mujeres y los niños, los presos longevos y los condenados a cadenas perpetuas. Hamás quiere hacer país.

ATENTADOS CON SANGRE Para el Estado judío lo más difícil es dar el visto bueno a la excarcelación de los autores intelectuales o materiales de los atentados más mortíferos de la segunda Intifada, que cubrieron de sangre autobuses y cafés, salones de bodas y discotecas. Tres ministros del septeto se oponen al canje: los halcones Moshe Yaalon, Benny Begin y el titular de Exteriores, Aviador Lieberman. Tampoco lo respalda el director del Mosad, Meir Dagan.