De nada sirvió que los medios de comunicación y la mayoría del Gobierno exigieran ayer la renuncia de la máxima autoridad del Estado de Israel tras confirmarse la intención de la Fiscalía de acusarle de varios delitos, entre ellos los de violación y acoso sexual. El presidente Moshé Katsav se negó a dimitir, en contra de la opinión del primer ministro, Ehud Olmert, quien dijo "no tener dudas" de la necesidad de la renuncia.

Katzav optó por declararse incapacitado temporalmente, una figura jurídica que le permitirá mantener tres meses más su inmunidad. En un discurso insólito, un Katsav encolerizado proclamó su inocencia y acusó a los medios de haberle linchado.

"Cuando la verdad emerja, los ciudadanos de Israel quedarán traumatizados", aseguró el presidente antes de reafirmar su voluntad de defender su inocencia hasta el final. Katsav, cuyo cargo es más simbólico que ejecutivo, tendrá una última oportunidad para evitar que la fiscalía formalice su procesamiento en una audiencia preliminar en la que se espera que presente nuevas pruebas en su defensa.

No obstante, el presidente confirmó ayer que si acaba siendo encausado dimitirá, honrando la promesa que hizo hace dos meses ante el Tribunal Supremo. En ese caso, le sustituiría temporalmente la portavoz del Parlamento, Dalia Itzik, y la Cámara elegiría un nuevo presidente en el plazo de 45 días.

Presión social Katsav tiene en su contra una gran presión social, liderada por los medios y el Parlamento, que exigen su renuncia. Un sentimiento que recogió la ministra de Justicia, Tzipi Livni: "Dada la naturaleza de las acusaciones, lo más apropiado es que luche por su inocencia desde fuera de la presidencia".

De hecho, el comité parlamentario encargado de autorizar su incapacitación temporal se planteaba ayer denegársela. Pero hay otra vía para forzar su destitución: tras recogerse 20 firmas entre los 120 diputados del Parlamento, dos tercios de la Cámara deben aprobar su cese.