Las lluvias torrenciales anegaron un año más Corea del Norte, donde causaron centenares de víctimas y volvieron a evidenciar la dependencia de la ayuda exterior de un país que vive una crisis humanitaria crónica.

El régimen comunista de Pyongyang reconoció hoy que desde la semana pasada han muerto o desaparecido centenares de personas en el país a causa de las inundaciones, según informó la Agencia Central de Noticias de Corea del Norte (KCNA).

Corea del Norte recibió en los últimos cinco días la mitad de las precipitaciones que caen anualmente en el país, que destrozaron alrededor de 30.000 viviendas y miles de hectáreas de cultivos.

Los muertos, desaparecidos y heridos se cuentan por centenares, según la KCNA, aunque la precariedad de medios disponibles por Pyongyang para afrontar desastres naturales, así como la opacidad del régimen comunista, dificulta el acceso a la información.

Suspendido el suministro de electricidad

Según la agencia norcoreana, "las principales vías férreas, carreteras y puentes quedaron cortados y se suspendió el suministro de electricidad y las telecomunicaciones", situación que afectó especialmente a la provincia de Gangwon, al sur del país.

Los representantes de Cruz Roja Internacional desplazados a Corea del Norte, que ha confirmado hasta ahora diez muertos, han repartido paquetes de ayuda a 500 familias y han hecho un llamamiento a las cooperativas agrícolas para que donen alimentos a las personas que se han quedado sin hogar, al menos 63.000.

10 años de inundaciones ininterrumpidas

El drama humano que vive el país es serio y recurrente, ya que desde hace más de diez años Corea del Norte sufre sin interrupción inundaciones, tifones y sequías, lo que en 2004 llevó a la Cruz Roja a calificar la situación de "desastre constante".

En julio de 2006, las fuertes lluvias causaron 800 muertos, en 2005 un centenar y en el período comprendido entre 1994 y 1999 se calcula que más de tres millones de personas fallecieron por la hambruna generada por las escasas cosechas.

La malnutrición se ha convertido en una enfermedad casi endémica en Corea del Norte, que a partir de 2000 empezó a recibir ayuda humanitaria, aunque mucha se fue retirando a medida que aparecían informes que ponían en duda el destino de los alimentos extranjeros.

De hecho, en 2001 la ONG Médicos Sin Fronteras, que había abandonado el país tres años antes por la imposibilidad de verificar el destino en la distribución de la ayuda, alertó de que la población seguía muriendo de hambre.

"Los Mercedes de la elite norcoreana recorren Pyongyang mientras los ciudadanos corrientes se ven obligados a excavar el césped de los bulevares, de cinco carriles, en busca de raíces y hierbas comestibles", aseguró entonces esa organización.

Aún así, desde el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU se constató que la ayuda internacional había mejorado las precarias condiciones de vida de millones de norcoreanos, que ven cómo las lluvias y las sequías acaban con sus cosechas, ya de por sí escasas debido a los pobres métodos de producción que emplean.

País de contrastes

La dependencia alimentaria que Corea del Norte tiene con el exterior contrasta con el desarrollo de un costoso programa nuclear para la fabricación de armas atómicas.

No obstante, el régimen de Kim Jong-il ha comenzado a limar asperezas con sus vecinos y a rebajar las tensiones regionales después de aceptar el desmantelamiento de sus instalaciones nucleares a cambio de ayuda energética.

Los líderes de las dos Coreas reeditarán a finales de agosto en Pyongyang la cumbre de máximo nivel celebrada en 2000, primera reunión bilateral de mandatarios desde la guerra que dividió la península en 1953.

Medios surcoreanos informaron hoy de que el Gobierno de Seúl planea prestar ayuda de emergencia a su vecino del Norte para paliar los efectos de las inundaciones, que han afectado seriamente a la capital norcoreana y podrían alterar el encuentro de mandatarios.