Se fue John McCain de Nashville igual que llegó, sin apuntarse ningún tanto, sin erosionar la imagen de su adversario y sin dar ningún motivo para que las encuestas que dan holgadas ventajas a Barack Obama cambien de signo. Más allá de la bizantina discusión sobre quién ganó y quién perdió, la conclusión del segundo debate presidencial de la campaña estadounidense es que las cosas, como mínimo, siguen igual. Y eso beneficia al candidato que va en cabeza. En este caso, un Obama que abandonó la ciudad de Nashville considerado como ganador por las encuestas de los medios estadounidenses.

Numerosos analistas calificaban ayer el debate de "aburrido". Después de unos días de intercambio de ataques personales --sobre todo, pero no solo, del bando republicano contra el demócrata--, es cierto que el cara a cara no tuvo momentos agrios de los que contribuyen a la diversión política.

PRINCIPIOS McCain abandonó la agresividad personal, no planteó el debate en términos de personalidad de los candidatos y aceptó el cuerpo a cuerpo en el terreno económico, poniendo sobre la mesa una vieja idea propuesta por economistas pero nueva en la campaña: que el Estado compre las hipotecas más frágiles para que los propietarios puedan renegociar sus términos según el valor real de sus casas (decreciente) y no el que tenía cuando pidieron el préstamo.

El problema para McCain es que no explicó cómo financiar este plan, en una tónica habitual de un debate en el que ninguno de los dos candidatos detalló cómo van a sacar a EEUU de la crisis económica. Como ya es norma, apenas contestaron a las preguntas directas del público y del moderador y su enfrentamiento fue más en el abstracto terreno de los principios (Obama defiende un Estado más fuerte e intervencionista en nombre de la clase media; McCain opta por rebajas fiscales y reducir el gasto) que en lo concreto. Pero en los principios, ambos mostraron sus diferencias de enfoque de los problemas y de cómo solucionarlos, pese a que en ocasiones, más que un debate el encuentro pareció dos monólogos.

POLITICA EXTERIOR Obama fue eficaz al vincular la crisis a las ideas tradicionales republicanas de dejar el mercado totalmente a su aire, mientras que McCain trató de huir como pudo, no siempre con éxito, de la sombra de George Bush. Cuando la discusión viró a la política exterior, el republicano se mostró más cómodo, aunque Obama supo contrarrestar sus ataques a su supuesta inexperiencia recordando las equivocaciones de McCain en Irak y Afganistán.

Las cosas, pues, siguen como estaban, con la diferencia de que el reloj electoral juega en contra de un McCain que ayer era criticado en algunos sectores conservadores por no haber atacado con saña al demócrata, perdiendo así una oportunidad de oro. Ya solo queda un debate.

CRITICAS AL MODERADOR También recibió críticas el formato del debate (un encuentro con votantes en el que los candidatos apenas interactuaron con ellos a pesar de las preguntas directas del público) así como el moderador, el veterano presentador de la NBC Tom Brokaw. Los medios le acusaron de intervencionista y señalaron que el debate fue demasiado rígido. Los más quejosos fueron los republicanos, que echaron de menos más espacio para la espontaneidad, cosa que hubiera favorecido a McCain.

El formato contribuyó, sin embargo, a que no hubiera ataques personales entre los candidatos. El peor momento lo protagonizó McCain cuando se refirió a Obama con un despectivo "ese".