El pozo negro al que ha abocado Israel a la población civil de Gaza no parece tener fondo. La agencia de las Naciones Unidas para la ayuda a los refugiados (UNRWA) anunció ayer que suspendía todas sus operaciones en la franja después de que sus camiones fueran atacados por un obús israelí. Tampoco la Cruz Roja está contenta. Dice que Israel no deja operar a sus ambulancias y eso que han encontrado a niños hambrientos pegados a los cadáveres de sus madres bajo las ruinas de las casas bombardeadas. Todo ello en una jornada en la que tres misiles lanzados desde el Líbano dispararon los temores a una expansión regional del conflicto.

Israel no solo parece dispuesto a "arrasar pronto Gaza", como reclamó el martes su ministro del Interior, Meir Sheetrit. También ha conseguido que claudique la mano que alimentaba a la legión de pobres de la franja. La UNRWA gestiona colegios y hospitales, asiste económicamente a 100.000 personas y distribuye comida a casi un millón. Durante los 19 meses de bloqueo fronterizo, Israel le ha hecho la vida imposible, tanto que sus responsables se preguntaban: "¿En qué otro lugar padece la ONU un embargo?". Ahora, se le dispara.

DOS MUERTOS Primero fue el ataque el pasado martes contra tres de sus escuelas, donde se refugiaban cientos de desplazados. Cuarenta y cinco civiles perecieron. Ayer un tanque disparó contra un convoy que se dirigía a recoger ayuda humanitaria en el paso fronterizo de Erez. Dos conductores murieron. Los camiones, subcontratados, llevaban banderas de la ONU y, según el organismo, había coordinado el desplazamiento con Israel. Su secretario general, Ban Ki-moon, condenó el ataque tras anunciarse la suspensión de operaciones "ante las crecientes acciones hostiles" israelís contra su personal e instalaciones.

Son ya 770 los muertos palestinos y más de 3.000 los heridos. Del lado israelí han caído cuatro civiles y seis soldados, cuatro por fuego amigo.

En el sur de Israel siguen cayendo cohetes, pero cada día menos. Mucho más serio fue el lanzamiento de tres misiles katiuska desde el Líbano. Hizbulá niega toda implicación. Tampoco Israel le ha culpado. Según apuntó un oficial israelí, el ataque lo lanzaron "elementos palestinos con el deseo de arrastrar a Israel a la guerra".

Por si acaso, las fuerzas de interposición de la ONU (Finul) apostadas en el sur del Líbano, entre las que hay 1.100 militares españoles, reforzaron su despliegue. Hizbulá no parece querer ahora otra guerra. Para el mes de junio están previstas elecciones. Se juega su capital político, y nadie en el Líbano quiere volver a los infiernos.