Estados Unidos parece estar a punto de ultimar su calendario de guerra contra Irak, ya que el secretario de Estado, Colin Powell, reveló ayer que espera una decisión del Consejo de Seguridad de la ONU "poco después" del 7 de marzo. Ese día está previsto que el jefe de los inspectores del desarme, Hans Blix, presente su nuevo informe. En Londres, un portavoz del Gobierno británico añadió que el primer ministro, Tony Blair, cuenta con la esperanza de que la resolución que autorice el ataque se vote hacia mediados del próximo mes de marzo.

IRAK, "CULPABLE"

"Estamos alcanzando el punto en que deben producirse las consecuencias graves" con las que amenazaba la resolución 1441 de noviembre a Sadam Husein si no se desarmaba, aseguró ayer Powell desde Tokio, donde no dudó en declarar al régimen iraquí "culpable" de violar repetidamente las órdenes de la ONU, desde hace 12 años. Esta semana, la Casa Blanca hará circular entre los miembros del Consejo de Seguridad el borrador de la resolución con que espera se dé luz verde a la guerra, para presentarla formalmente a votación a partir del 7 de marzo.

El Pentágono, que tiene ya suficientes tropas en el golfo Pérsico para atacar a Irak, está impaciente por iniciar la guerra, dado que a partir de abril las temperaturas comienzan a subir en los desiertos iraquís y dificultan enormemente las operaciones militares. Por ello, Powell cargó las tintas en que "no transcurrirá un largo periodo de tiempo entre la presentación de la resolución hasta que se tome una decisión".

Aunque la Casa Blanca sigue firme en que atacará a Irak con o sin el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU, está trabajando contrarreloj para conseguir el apoyo del organismo, profundamente dividido entre quienes apoyan dar más tiempo a los inspectores --11 miembros, incluyendo a Francia, Rusia y China, que tienen poder de veto-- y quienes optan ya por la guerra, un reducido grupo que sólo engloba a Gran Bretaña, España, Bulgaria y el propio Estados Unidos.

Powell, que se encuentra hoy de visita en Pekín, se esforzará en convencer al Gobierno chino de que no emplee su veto para anular la resolución y, si no quiere apoyarla, al menos se abstenga.

Esta misma estrategia es la que persigue Washington con Rusia y, con más dificultad, con Francia, puesto que bastan nueve votos afirmativos para aprobar una resolución, si no hay ningún veto. En el caso de China, la Casa Blanca vería una abstención como un apoyo tácito a su postura, y no cree que Pekín quiera enturbiar sus relaciones con Washington con un veto.