A menos de dos semanas del referendo constitucional en Irak, la alianza de gobierno entre shiís y kurdos se tambalea, y las relaciones entre los dos hombres fuertes del nuevo Irak, el presidente kurdo Jalal Talabani y el primer ministro, el shií Ibrahim Yafari, están bajo mínimos. Talabani ha pedido la dimisión de su hasta ahora aliado, a quien acusa de no cumplir con el pacto sellado en abril y que les ha permitido compartir el poder.

Los desencuentros entre ambos no sólo preocupan a Washington, sino también a los países sunís vecinos de Irak, que temen un resurgir del shiísmo.

El presidente iraquí está molesto por la supuesta falta de interés que ha mostrado Yafari en avanzar en una de las principales reivindicaciones de los kurdos: integrar a la ciudad petrolífera de Kirkuk en la región autónoma del Kurdistán iraquí. También considera excesivo el peso y la influencia que ejercen en el Gobierno los ministros shiís. La pugna, además, se ha complicado tras la reciente injerencia del ministro de Interior, el shií Bayan Jabr, en la política exterior, dirigida por el kurdo Hoshyar Zebari. Mientras Zebari asistía en Arabia Saudí a una reunión de ministros de Exteriores de los países árabes consagrada a Irak, Jabr lanzó duras críticas contra la monarquía saudí.

La tensión en el seno del Ejecutivo iraquí se produce en un momento delicado. El referendo del 15 de octubre es vital para el proceso de transición. Mientras los kurdos y gran parte de los shiís apoyan el texto constitucional, los líderes religiosos y políticos sunís lo rechazan de plano.

El último gesto estadounidense se produjo ayer. Con apoyo de la ONU, Washington dio marcha atrás a la ley electoral que los diputados shiís y kurdos, a expensas de los sunís, aprobaron el domingo en una reunión secreta en el Parlamento. La ley anulaba toda posibilidad de fracaso de la consulta, lo que provocó la ira de los sunís, que amenazaron con boicotear el referendo.