Las tensiones entre flamencos y francófonos por el control político y lingüístico de la periferia de Bruselas han provocado hoy la caída del Gobierno federal belga. El primer ministro, el democristiano flamenco Yves Leterme, ha presentado a las 14.40 horas su dimisión al rey, cinco meses después de haber asumido de nuevo la gestión de Bélgica. Alberto II, sin embargo, ha decidido darse un tiempo para reflexionar si aceptaba o no esa dimisión, según ha anunciado un comunicado oficial.

El monarca ha señalado que, dadas las circunstancias actuales, una crisis política sería inoportuna y causaría un grave perjuicio al bienestar económico y social de los ciudadanos y al papel de Bélgica en el seno de la Unión Europea (UE). Bélgica debe asumir a partir del 1 de julio la gestión semestral de la UE, tras concluir el mandato español.

EXIGENCIA NACIONALISTA

Los liberales flamencos (VLD), uno de los socios indispensables de la coalición gubernamental democristiana-liberal-socialista, han anunciado que abandonaban el Gobierno ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo con los partidos francófonos sobre la escisión del distrito electoral y judicial que une Bruselas con los 35 municipios de su periferia flamenca. La supresión de esa entidad es una exigencia nacionalista de los partidos flamencos desde hace numerosos años.

La escisión de esa entidad especial, creada en 1963 cuando se fijó la frontera lingüística del país para preservar los derechos de los ciudadanos francófonos residentes en Flandes, supondría un recorte de los derechos políticos, lingüísticos y judiciales de los 150.000 francófonos residentes en la periferia flamenca de Bruselas.

PROPUESTA DE DISOLUCIÓN

El exprimer ministro belga Jean-Luc Dehaene presentó el pasado martes una propuesta para disolver esa entidad y reconstituir la homogeneidad política y lingüística de Flandes, que fue considerada como inaceptable por parte de los partidos francófonos porque no incluía suficientes garantías para preservar los derechos de los ciudadanos francófonos.

Los partidos francófonos sospechan que la supresión del distrito de Bruselas-Hal-Vilvoorde (BHV) es el primer paso de Flandes para forzar la transformación de Bélgica en un estado confederal, que abriría el camino para una posterior independencia de Flandes.