Para echar el cerrojo en Pekín-2008, la selección española de baloncesto reservó el ejercicio más sobresaliente de inteligencia, corazón y entrega que se le recuerda: una medalla de plata con sabor a victoria frente EEUU. Las grandes estrellas de la NBA se vieron forzadas a competir al límite de sus fuerzas, cuando pocos se atrevían a discutirle el oro, sorprendidos de que alguien resistiera el aplastante rodillo con el que han sometido al resto de rivales en su paso por la competición.

La de ayer resultó una despedida digna de un campeón, que dejó un sabor dulcísimo en la boca, extendido al resto de los deportes colectivos, que se han reivindicado en la cita de China, cuatro años después de que en Atenas se quedaran todos muy por debajo de las expectativas, embarrancados en los cuartos de final.

En Pekín no ha sido así. La plata del hockey hierba, el bronce logrado ayer por el balonmano frente a Croacia, incluso el quinto puesto final del waterpolo masculino, confirman que España funciona mejor en grupo, dándole al balance final un tono más amable del que se temía al ver que se no se alcanzaban las expectativas de medalla. El esprint final de los equipos ha dejado una rúbrica para recordar.

ADIOS DE ALTURA En la cancha de Wukesong, España brilló a la altura de las estrellas en la final de baloncesto y no solo aguantó el pulso, sino que planteó el partido de tú a tú, a pecho descubierto, con la grandeza que le corresponde a un equipo campeón. "Lo que tenemos que hacer es celebrar una final que hemos tenido posibilidades de ganar", afirmó Aíto García Reneses. "Creo que jugamos un partido espectacular, en el que nosotros, con talento y con ganas, respondimos a la fuerza física y la velocidad de Estados Unidos", añadió el técnico madrileño, que todo apunta que se convertirá en el nuevo técnico del Unicaja.

"Si hubieran aplicado las reglas FIBA, habríamos ganado", se lamentó José Manuel Calderón, el base extremeño de los Toronto Raptors, que se perdió la final por una lesión muscular, haciendo explícito el sentimiento que inundaba el vestuario español.

"España jugó de forma increíble", reconoció también el alero estadounidense Lebron James. "De no ser por nuestra determinación y nuestras ganas, no hubiéramos salido adelante. Tienen mi respeto".

Frente a Estados Unidos la selección volvió a demostrar que se trata de un equipo formado con una pasta especial, difícilmente clonable en el futuro por la singularidad de sus componentes. No será fácil volver a reunir a un vestuario como el de los chicos de oro que aglutine la clase de Pau Gasol, el talento de Navarro, la solvencia de Calderón, el espíritu de Garbajosa, el coraje le Reyes o el brillo de Rudy, salpicados ahora con la fuerza emergente de Marc Gasol y de la nueva luz del futuro, Ricky Rubio.

GRUPO UNICO Así que lo mejor que se puede hacer es disfrutar mientras se pueda de un grupo que ayer, en Pekín, escribió un nuevo capítulo en el libro de las conquistas a las que nos han acostumbrado. Todo lo que se les intuyó de niños en el Europeo juvenil de Varna, todo lo que lo que apuntaron como júniors con el oro del Mundial de Lisboa --precisamente ante EEUU-- era solo una pequeña parte de lo que se les suponía. Un título mundial, una plata olímpica y un subcampeonato de Europa engarzados de forma seguida es el botín.

"Nos vamos con la conciencia muy tranquila, lo que hemos hecho es muy, muy grande. Estuvimos muy cerca y eso nos hizo soñar", afirmó Felipe Reyes. "Les tuvimos ahí, pese a las decisiones arbitrales", comentó Marc Gasol. "Tuvieron miedo a perder y se mostraron agobiados. Estoy orgulloso de lo que hemos demostrado", añadió. Fue Jorge Garbajosa el que mejor resumió el sentir general. "Todos los esfuerzos que hagas por este equipo, este grupo te los devuelve multiplicados".

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