Se han realizado muchos trabajos religiosos pero a estas alturas quedan muchos por hacer. El cronista oficial, bibliotecario, profesor del Instituto Santa Eulalia y director del museo nacional de arte romano y visigodo José Alvarez y Sáenz de Buruaga, ha sido quien más ha aportado en este sentido: queda mucho por publicar y en los archivos históricos de la ciudad hay datos para recopilar la historia de la religiosidad emeritense.

No hace mucho sólo había dos parroquias, Santa María la Mayor y Santa Eulalia, con varias ermitas y conventos: Santo Domingo donde está ubicada la plaza del mercado; Padre Jesús Nazareno en el actual Parador Nacional; el convento de Santa Clara, actual museo visigodo; el convento de la Madres Concepcionistas que es el único que perdura; San Juan de Dios en la Asamblea de Extremadura; la ermita de Nuestra Señora de la Antigua, que se ha recuperado para cultos religiosos; Las Comendadoras de Santiago en el convento de la Freylas junto a la iglesia de Santa Eulalia; y Santa Catalina, Santo Domingo, Nuestra Señora de la Piedad...

EL ATENTADO En un artículo de Sáenz de Buruaga se comenta el atentado criminal frustrado que sufrió el arzobispo Masona en las calles de Mérida en una procesión del día de Pascua en el año 588.

Los datos de esta procesión se encuentran en la "Vida y milagros de los Padres Emeritenses", que relata como sucedieron los hechos. El hereje Sunna pretendía usurpar el puesto del arzobispo Masona y ya lo había intentado en repetidas ocasiones, todas ellas fracasaron y llegó su osadía a intentar matarlo en un atentado en la procesión de Pascua del año 588.

La procesión debía ir por la parte del extramuro de la ciudad, cercana a la basílica de Santa Eulalia, posiblemente por la Puerta de la Villa. Allí le esperaban una sería de carros, perfectamente apostados, simulando que estaban cargados de trigo, pero de lo que estaban llenos era de armas, espadas, y garrotas para cuando estuviera cerca el arzobispo Masona lanzarse contra él y asesinarlo, y de esta manera Suna se haría con el poder eclesiástico de la ciudad.

El conde Witerico, uno de los conjurados, se lo contó todo a Masona y con la intervención del Duque Claudio, Duque de Lusitania y gobernador de Mérida, fueron prendidos los autores y el mismo Sunna. Los castigos fueron durísimos.

La procesión salía de la actual concatedral de Santa María y el recorrido es el mismo que se hace en la actualidad: plaza de España, calle Santa Eulalia, Rambla e iglesia de Santa Eulalia.

Está claro que la tradición de procesiones en Mérida viene de siglos y tenemos el dato de este atentado. Naturalmente, estos actos religiosos se celebrarían antes de estas fechas, pero de forma escrita ya tenemos la noticia de esta procesión del año 588 un día de Pascua, después de celebrar los actos religiosos de la Semana Santa o actos similares a los actuales. La tradición de esta ciudad, su historia, está ahí y recordarla y sacarla a la luz en estas investigaciones nos hace ver que Mérida tiene raíces procesionales de más de catorce siglos.