Algo que llama poderosamente la atención a las personas que visitan por primera vez nuestra ciudad es cómo cualquier persona sea de la edad que sea, vaya andando, en coche, moto o autobús, se santigua al pasar por delante del Hornito.

También es curioso que la imagen esté en la calle, protegida tan sólo por un cristal y una reja, dentro del Templo de Marte, reconvertido en Hornito en referencia a uno de los trece martirios que sufrió. Además es frecuente que siempre haya alguien rezando cerca de los barrotes que separan su imagen de los viandantes.

Lo cierto es que creyentes o no, el respeto por Santa Eulalia es tangible. De hecho, no recuerdo que haya habido nunca actos vandálicos contra el Hornito, mientras que sí los ha habido contra algunos monumentos romanos de los que tan orgullosos nos sentimos. Estos días, se ha desarrollado el trecenario en Mérida, en el que se han recordado los martirios que sufrió Santa Eulalia y la basílica estaba llena.

Hoy, tras el besamanos, a las cinco de la tarde, se programaron una serie de actuaciones en honor de la Niña Mártir con la banda de música municipal, la coral Emérita Augusta, los coros y danzas de la Antigua... (por cierto que estos últimos necesitan nutrirse de emeritenses de cualquier edad que quieran aprender nuestros bailes).

A las 20.30 horas Eucaristía, subasta del Ramo, cantos del Gloria y Honor, el himno y una tómbola, además de tomar nota de aquellos que quieran ser miembros de la asociación. Actos que transcurrirán con gran afluencia.

No obstante, entre el cariño de la gente, las flores y velas que le ponen para que les ayude con problemas o incertidumbres de mayor o menor índole se cuelan los botones, sí botones. Los hay en los donativos de las cuatro misas diarias del trecenario. Son pocos, anecdóticos. Quizás se depositaron con cariño, con el pensamiento de que pasado el veranillo de San Miguel refresca y nuestra Niña necesitaría abrocharse; y no para hacer ruido en el cesto.