Las Madres Concepcionistas han dado pruebas de su madurez cristiana a través de los siglos y de su continuidad en la ciudad de Mérida al estar cercano a estas en todos los sentidos. Han propiciado que en su convento estuviera el primer asilo de ancianos hasta que se compró un terreno y se trasladaron, pero le dieron a esta congregación la oportunidad de su continuidad en la labor que iban a desarrollar con los mayores.

Han sido pioneras en estar juntos a los ciudadanos en momentos difíciles, y dentro de ese silencio, son un grito de pureza y de ejemplaridad.

LOS PROBLEMAS En los años de finales del siglo XIX (1863-1879) obtuvieron una cantidad del Gobierno y restauraron el convento que había pasado por enormes vicisitudes durante su larga historia. Se edifican los dormitorios y refectorio, se traslada el cementerio a la huerta y el convento, y con su remodelación quedó más habitable. Desde estas fechas, se comenta en La Cronista, aumenta el bienestar espiritual y material. Ingresaron varias jóvenes. Estos años de paz se vieron frustrados el 14 de abril de 1931 cuando se proclama la II República. Las monjas salieron de su clausura un par de días ante la incertidumbre del momento. Volvieron al convento pero sufrieron grandes inquietudes y se agravaron con las cargas, contribuciones e impuestos. Llegó a tal punto que en 1933 pensaron en buscar otro medio de vivir ya que las rentas eran insuficientes y la comunidad se habían llenado de deudas. Para ganar un poco de dinero se abrió un colegio que algunas emeritense aún recuerdan con cierta nostalgia, este colegio se inauguró el 1 de octubre de 1935.

LA GUERRA CIVIL El 18 de julio de 1936 estalla la guerra civil y las monjas comenzaron a tener nuevas dificultades, hasta el punto que tuvieron que abandonar nuevamente la clausura. Las monjas se van con sus familiares, otra se marchan a otros conventos de la provincia y tres en casas de los emeritenses que ayudaban con su limosnas al convento y así vigilarlo, entraban y hablaban con los militares ya que se estaba utilizando como cuartel. Estas tres monjas atendían a los heridos en el hospital.

Las monjas estuvieron nueve meses disgregadas hasta que volvieron el 9 de mayo de 1937. Se hizo en su regreso una solemne procesión con asistencia de las autoridades civiles, militares y religiosas y se trasladó el Santísimo Sacramento desde la parroquia de Santa María la Mayor al convento de las Madres Concepcionistas.

Se siguió la clausura. Tuvieron que limpiar, hacer alguna obra por el deterioro de algunas dependencias tras la estancia de las tropas en el convento.

LA FESTIVIDAD Las monjas celebran las fiestas de su fundadora Santa Beatriz de Silva y San Francisco de Asís, pero la mayor de ellas es el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción donde el alcalde de la ciudad renueva el Voto de la Inmaculada Concepción en un acto religioso donde la primera autoridad le da el bastón del mando a la Madre Superiora y se oficia la misa.

Esta tradición del voto viene del año 1620. El Papa Pío IX proclamó el Dogma de Fe de la Virgen hace 152 años.

Cada alcalde tiene una fórmula distinta pero todos se centran en el voto a la defensa de la limpia y pura Concepción y anima a las monjas a seguir en su trabajo en el convento.

Después de la misa se pasa a charlar con ellas, ofrecen a las autoridades y amigos un vino y unos dulces de su propia cosecha que son exquisitos y se pasa un entrañable día con estas monja de clausura. El convento de las Madres Concepcionistas, en el mismo centro de la ciudad, sigue siendo un ejemplo para todos los emeritenses.