El tiempo pasa sin darnos cuenta. Se ha jubilado como Jefe de Servicio de Otorrinolaringología después de muchos años en el Hospital de Mérida Vicente Guillén Asensio. Nos conocimos de niños. Me trató los oídos nada más terminar su especialidad en Sevilla y ya me quiso operar de unos pólipos en la nariz. Lo dejamos para más adelante.

Al terminar se vino a Almendrale- jo y de vez en cuando nos veíamos, recordába- mos los años de la niñez en La Zarza con sus padres y los míos. Vive su madre Doña Felisa Asensio, toda una señora. Me hizo rezar más rosarios que en los cinco años que pasé en el seminario. Todo un carácter. Y me enseñó como se hacían y la estrofa de las tostadas de las ´siete virtudes´, que decía: Son buenas para comer/, mejor para beber/. Es buena para dormir/, mejor para digerir/. Aguza el diente/, mueve el vientre/ y pone las mejillas colorás.

Mi amigo Vicente se ha jubilado y se ha quedado con las ganas de meterme mano en los oídos, nariz y garganta: Tengo en las habitaciones enfermos que están bastante mejor que tú, comentaba. Y era verdad. Pero yo me iba con su receta, que no cumplía. Me quitaba unos pólipos que me salían por la nariz y después terminábamos tomando una copa. En minutos. Hoy te ingresan, te hacen pruebas y te acojonan. Hace más de cuarenta años que lo intentó. Se quedó con las ganas. Eso sí, estoy más sordo que una tapia. Espero que me opere en la otra vida.

Un magnífico otorrino. Se casó con la niña más guapa de la pandilla, Pili Guerrero. Me debe unas lentejas con chorizo.

Otro médico, entrañable, Vicente García Regadera, con un ojo clínico excepcional también se ha jubilado. Ambos se merecen lo mejor y que podamos disfrutar de su amistad muchos años, aunque ya, con nuestra edad, los acojonamientos vienen cada revisión médica.

Los recuerdos que tengo son magníficos y se agradece la profesionalidad de personas como estas.