Periodista de primera línea y experto en zonas de conflicto, Ángel Manuel Sastre Canelas (Don Benito, 1981) recibe el máximo reconocimiento regional tras dos años siendo solicitado por sus paisanos. Saltó a los medios de comunicación en julio de 2015 al ser secuestrado por Jabhat al Nusra, la filial de Al Qaeda en Siria, durante diez interminables meses. Reportero de raza, volvió a las ‘trincheras’ informativas después de su liberación y fue expulsado de Ucrania por encontrarse en la lista negra de los servicios secretos de varios países. Ayer recibió el cariño de toda la región por ser un profesional dispuesto a contar la verdad allí donde es más difícil. Su objetivo ha sido siempre contar historias, especialmente de aquellos que están en la ‘cara B’ de la vida, de los que nadie habla. Y lo hace con acierto en televisión, prensa o radio indistintamente.

Ángel Sastre es un reportero freelance que trabaja de corresponsal para varios medios de comunicación como CNN+, Telecinco, Cuatro, Onda Cero, La Razón o El Confidencial. El que recogió ayer en Mérida no es el primer galardón que recibe por su buen hacer informativo, pues en 2010 obtuvo el Premio Larra a la mejor trayectoria profesional para reporteros jóvenes. Su fama le ha llevado a protagonizar un cómic sobre los reporteros de guerra. Su ‘base de operaciones’ actualmente la tiene en Buenos Aires, aunque se desplaza allí donde sea necesario. De hecho, atiende a nuestras preguntas desde Niamey, capital de Níjer (África).

-Ha recibido muchos reconocimientos en su vida profesional ¿Esperaba éste a propuesta de sus propios convecinos?

-Sí y no a la vez. No soy cínico, ni hipócrita. Me encantan los premios. Pero como el año pasado no me lo dieron y ya mi pueblo, Don Benito, lo intentó, pues no lo esperaba. Sabía que me habían vuelto a proponer para la Medalla de Extremadura pero había desconectado y no estaba pendiente de las fechas en que se otorgan estos merecimientos. Me ha llegado cuando no estaba pensando en ello. Por eso ha sido una alegría muy grande y me ha pillado viajando a otro país como es África.

-Según su propia experiencia ¿Vale la vida de un hombre igual en distintos países del mundo?

-Absolutamente no. La vida de un negro o de un chino, por ejemplo, no vale nada. Uno se mortifica a veces, por esto, porque lucho para que las cosas no sean así. Es muy triste ver cómo África no existe y que sus habitantes no importan al resto del mundo, o al menos su vida no vale lo mismo que un italiano cuando se derrumba un puente. A nivel mediático desde luego que no lo vale, pero contra eso estamos luchando cada día.

-¿Es consciente el espectador del trabajo que hay detrás de una crónica en un lugar en conflicto?

-Sin duda no. Y lo que más me duele es que no solo no es consciente el espectador, sino tampoco lo son tus jefes o editores. Y eso me molesta más porque son periodistas como tú. Mi familia sí sabe lo que es porque hago catarsis con ellos cuando necesito volcar mis emociones. Pero que no haya una respuesta similar desde el lado de tus propios compañeros es doloroso.

-¿Le ha costado volver a la normalidad tras su liberación?

-Me hacen a menudo esta pregunta pero yo no sé contestarla. Por suerte, al poco de volver del secuestro volví a trabajar, pero también siento que no estoy totalmente recuperado. Y no sé si lo estaré en algún momento. Lo que sí es seguro es que seguiré contando historias.

-¿Qué sintió cuando volvió a Extremadura a contar su experiencia?

-No volví a contar mi experiencia. De hecho, no la he contado. Volví. Y punto. Lo hice, como dice un tango argentino ‘con la frente marchita’. Vuelvo, disfruto, y no pienso en nada más. Para mí Extremadura es mi casa, mi sangre. Me siento del sur. Los que nos hemos ido del terruño temprano sentimos un arraigo especial; y para mí Extremadura tiene muchas cosas especiales. Tampoco puedo decir que me sienta en mi casa, porque a estas alturas no sé ya dónde la tengo. Eso sí,soy extremeño hasta el fondo.

-¿Echó de menos el jamón durante su cautiverio?

-Y más que eso, teniendo en cuenta que para mis captores era un pecado. Basta que algo sea prohibido para que lo eche de menos. Si encima el jamón te lo prohiben unos tipos encapuchados que te odian, pues más te gusta. Es lo primero que pido cuando llego a casa. Siempre tenemos una pata de jamón a mano.

-¿Cree que una buena historia merece estar al borde de perder la vida?

-No. Lo que pasó fue un accidente. Ninguna historia merece un secuestro o un asesinato. Lo que sí nos debe mover es a seguir contando noticias, sin dar disgustos a nuestros familiares. En el fondo sé que lo que hago tiene un gran significado, pero sin tristezas ni dramatismos.

-¿Ha contado todo lo que sucedió en el secuestro o hay cosas impublicables?

-No. Un compañero escribió un libro, pero yo no he contado nada. En su momento, si quiero, lo haré. De momento no. Sólo he hablado de algunos detalles.

- En 2017 le expulsaron de Ucrania ¿Consideran aún muchos mandatarios que portar una cámara y contar la verdad es más peligrosa que las armas?

-Hay cuatro países a los que no puedo entrar y me han expulsado de otros tantos. Evidentemente, los periodistas hemos pasado a ser testigos incómodos de gobiernos y terroristas. Las circunstancias han cambiado y el panorama es desolador y nuevo.

-¿Qué tiene América Latina que le fascina tanto?

-Tiene una parte de la salsa española y otra parte que es muy exótica y diferente. Tiene una idiosincrasia que no tiene nada que ver con Asia o África. Con América Latina siento una proximidad de hermanos y un exotismo que me hace sentirme como si estuviera de vacaciones cuando estoy en ella.

-¿Cree que habrá democracia en Cuba a medio plazo?

-No, para nada. Es una dictadura encubierta con una constitución maquillada.

-¿El atentado de Nicolás Maduro fue un caso de ‘falsa bandera’?

-Es imposible saberlo. En un país donde hay tanta contaminación mediática sería irresponsable por mi parte manifestarme. Y eso que se trata de uno de los países que más conozco. Ha habido muchos episodios extraños que uno no sabe si son cortinas de humo. Huele muy raro, pero en Venezuela todo es posible.

-¿En Nicaragua se ha pasado de la democracia a una dictadura violenta?

-No sé cuánto tiempo hubo democracia. Lo cierto es que se ha convertido en una dictadura constitucional, que es lo que ha sucedido con el sandinismo. Es una pena que informativamente no ‘vende’ tanto como Venezuela. El presidente Daniel Ortega y su mujer han absorbido todos los poderes constitucionales, algo parecido a lo sucedido en Caracas. Controlan los medios y el Tribunal Supremo. Han inhabilitado a la oposición.

-¿La familia Kirchner ha sido tan corrupta como parece?

-Lo estamos descubriendo, pero muy a mi pesar me temo que sí. Es el gran mal de América Latina. Es eso de ‘yo robo, pero para el partido’. Empiezas haciéndolo así y después acabas con una cuenta en Suiza.

-Superará la prensa escrita la crisis de la era digital?

-Ojalá que tuviera la respuesta. Si creo que tenemos que reinventarnos y alcanzar un modelo diferente y viable en el que se pague por la información. Ya hay medios digitales que sí están siendo rentables. El que tenga dinero podrá acceder a mejor información y el que no tendrá acceso a una información barata y gratuita. Hay que reinventarse porque el periodismo tiene que existir siempre.