"Es muy difícil decir algo, nadie está preparado para perder". A Dunga, el seleccionador brasileño, no le salían ayer las palabras. No tenía casi ni voz. Se quedó petrificado, con cara de no entender nada, junto al banquillo.

De él como entrenador de elite, en Brasil jamás le perdonarán que fracasara en la conquista del éxito, en su modelo, solo se sostenía en el éxito --cuando pierdes, mejor salir corriendo antes que te corran a gorrazos-- y en una filosofía que intentó cambiar el alma de Brasil. Y falló.

Como en el 2006

A Dunga, tras el fracaso del Mundial de Alemania, le contrataron para cuatro años. Pero lo que no pudo hacer Parreira en el 2006 tampoco lo ha podido hacer él en el 2010, rompiendo, además, en su caso algunas estructuras filosóficas del país. Abandonó el jogo bonito --eso no vende, eso no gana-- para entregarse apasionadamente al resultadismo, llenando la selección de auténticos atletas, tipo Maicon, Lucio, Juan, Gilberto Silva o Felipe Melo, el rostro de su derrota. El Dunga del 2010 que no pudo repetir lo que hizo Dunga, entonces como jugador en 1994 en Estados Unidos cuando alcanzó Brasil el tetracampeonato con Romário.

El ´10´ de la seleçao (Kaká) no estuvo a la altura de ese manto sagrado y solo Robinho parecía pertenecer al retrato del jugador brasileño que enraiza perfectamente con la cultura del país. Pero con uno solo no bastó. Y el "comandante Dunga", como solía llamarse él mismo, perdió la batalla más importante, en la que había trabajado tanto. Como Parreira, también cayó en cuartos.

"Se sabía que mi trabajo era por cuatro años. La culpa es de todos en la selección, pero mi responsabilidad es mayor, eso sí", dijo el técnico sin querer tampoco convertirse en el único responsable. Lo es, sin embargo porque pervirtió el alma de Brasil para hacerla europea. Lo es, sin embargo, porque pensó que podía construir una nueva seleçao y lo que ha hecho ha sido enterrar un gran legado. "Aquí cuando ganamos, ganamos todos. Si perdemos la responsabilidad es de todos", dijo para recalcar que Felipe Melo no es el único culpable.

Capello, Domenech...

A Dunga le dieron todo el poder para reorganizar Brasil y, cuatro años después, deja una selección llorando en un vestuario, incapaz de comprender tal derrumbe. "El primer gol nos destrozó", contó Julio César, el portero que falló. "Como comandante de la selección todo ha sido hecho bajo mi responsabilidad", recordó Dunga, otro resultadista que no ha dado ningún resultado. Como Capello, como Lippi, como Domenech, como tantos otros...