Los periodistas, sobre todo los gráficos, no se lo podían creer. Durante el vuelo de vuelta a Madrid solo iba a haber oportunidad de ver a los nuevos campeones del mundo una hora antes del aterrizaje para hacer un mudo, como se conoce en el argot un posado ante fotógrafos y cámaras de televisión.

Ya llevaban un buen rato acomodados en business en el Airbus A-340/600 Isaac Albéniz cuando los informadores, más de un centenar, llegaron a la aeronave y hubo protestas por parte de quien consideraba que esa no era la forma correcta de proceder de la federación y de los propios futbolistas, que tampoco es que se hubieran excedido en la atención a la prensa en la zona mixta del Soccer City, una vez recibido el trofeo y realizada la correspondiente celebración en el vestuario.

No hubo manera de que la jefa de prensa diera su brazo a torcer. "Están muy cansados y no quieren que se les moleste", insistió Paloma, la persona que ha tenido que lidiar con los informadores durante más de un mes. "No es preocupéis, veréis lo que tarda Pepe Reina en liarla", comentó uno de estos. Y ahí quedó la cosa.

Aparece Villa

No se trataba de asaltar a los campeones del mundo para freírles a preguntas, de realizar la entrevista del siglo con los grandes protagonistas de la final. Era cuestión simplemente de poder dar fe mínimamente de cómo se viven las horas posteriores a algo tan novedoso como que la selección haya entrado por fin en la nómina de las elegidas, de estar entre las ocho que a lo largo de la historia han podido levantar el título mundial.

Pero Reina no fue el primero en aparecer por la clase turista. Fue Villa, el nuevo goleador del Barça, quien se acercó para saludar y conversar un rato con los más allegados. Ya se habían escuchado procedentes de la zona reservada a la selección cánticos y otras muestras de jolgorio. "Que les den", se oyó que decía un periodista, molesto por no haber podido inmortalizar el momento concreto.

No hubo mucho revuelo por la presencia de Villa, aunque no faltó quien echó mano de la cámara para enfocarle y algún otro desempaquetó la camiseta de la selección regalada a todos por Adidas para pedirle que estampara en ella su autógrafo. Con todo, su presencia allí no supuso demasiada alteración y la mayoría esperó con tranquilidad a que se sirviera la cena anunciada. El vuelo no había cubierto ni una hora de trayecto después de salir sobre las cinco menos diez.

Reina, Ramos, Villa y Xavi irrumpieron haciendo el trenecito por los pasillos al ritmo de la canción Píntame, del cantante puertoriqueño Elvis Crespo, que sonaba a toda pastilla en un aparato en manos del portero del Liverpool. "Aquí no duerme ni Dios, por la madre que me parió", gritaba Reina. Fueron a parar a la parte trasera del avión, donde bromearon con Casillas, que ya llevaba un rato sentado en compañía de su novia, Sara Carbonero.