TAtlguno de mis amigos es todavía comunista. Cuando Bush empezó a nacionalizar bancos, estaba eufórico. ¡Por fin triunfaban las tesis socialistas! ¡El Estado estaba humillando al mercado! ¡Era el comienzo del fin del capitalismo! En realidad, uno diría que parece todo lo contrario: la demostración de que en el mundo de los privilegiados los organismos financieros son todopoderosos y en el de los desfavorecidos gerencian la carnicería. El grupo de banqueros de Wall Street solo tuvo que descolgar el teléfono y dictarle a Bush lo que tenía que hacer: "Querido, que nos nacionalices un ratito". Colgaron y se fueron al hotel más caro de EEUU para celebrarlo. Está documentado. Cada día que pasa, Rodríguez Zapatero lanza una sarta de medidas, dice, para ayudar a los más pobres. Por fortuna hay analistas que no se dejan llevar al huerto. Si ustedes leen el blog de García Montalvo (y si no lo hacen, allá ustedes), sabrán lo que se esconde detrás de cada benéfica medida. Copio el comienzo del 3 de noviembre, cuando la prensa subvencionada cantaba el progresismo de las últimas novedades: "Tengo que reconocer que las medidas anunciadas hoy son una jugada maestra. Inicialmente pensé que simplemente eran medidas para evitar que los desempleados perdieran sus viviendas. Pero cuanto más lo pienso más creo que ese no es el objetivo último. Me da la impresión de que se trata de una forma increíblemente imaginativa de mantener bajo el coste de la financiación de los bancos y cajas de ahorros". Viene luego el razonamiento de este raro catedrático de Economía que al parecer no ambiciona la Creu de Sant Jordi o una poltrona en la capital. Y la conclusión es simplísima: el Gobierno de Zapatero no está ayudando a los pobres, sino obedeciendo a la banca. De hecho, las medidas adoptadas habrán sido calculadas por los gabinetes técnicos de algún banco, esos servicios de donde han salido casi todos los ministros socialistas de cierta entidad. Supongo yo que solo por esa razón el PP los bendice. Al fin y al cabo, tienen el mismo dueño.