WEw l concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Cáceres y primer teniente de alcalde merced al pacto de gobierno con el PSOE, Santiago Pavón, encontró ayer unos sorprendentes aliados, los 12 concejales del PP, para, juntos, votar primero la urgencia de una moción y después la moción misma. En ella, Pavón planteaba la defensa de José Antonio Barroso, el alcalde de IU de la localidad gaditana de Puerto Real que ha adquirido notoriedad nacional por llamar corrupto al Rey. Esa moción trae cola: es el origen del último desencuentro entre el concejal de IU y el grupo socialista. La alcaldesa Heras rechazó incluirla en el pleno cuando, el pasado martes, se discutió en junta de portavoces el orden del día del mismo. Es ese rechazo el que motivó que Pavón tratara de colarla por vía de urgencia, cosa que consiguió ayer con el apoyo del PP.

No es cuestión de decir solo que la moción sobre José Antonio Barroso, lo que haya dicho del Rey y cómo califique la Fiscalía esas declaraciones es un asunto por completo ajeno a los cacereños que votaron a Pavón. Incluso su intento de elevar a categoría este episodio, tirando por elevación y solicitando al Congreso que elimine del Código Penal el delito de injurias al Rey justifica la moción; y mucho menos la urgencia. Está plenamente justificada la posición de la alcaldesa cuando, el martes en junta de portavoces y ayer en el pleno, se opuso a la moción afirmando que no tiene que ver con los intereses generales de los cacereños. Y no lo tiene. Por tanto no cabe aquí invocar la libertad de expresión, como no cabría hacerlo si Pavón, en lugar de querer hablar sobre el alcalde de Puerto Real, quisiera llevar al pleno municipal una moción pidiendo a Luis Aragonés que lleve a Raúl a la selección, y cuando se le dijera que no es pertinente se sintiera ofendido en su libertad de expresión.

Con todo, lo grave es que la gobernabilidad de una ciudad como Cáceres esté pendiente de asuntos como este. De asuntos que convierten la política en un esperpento: de espaldas a los votantes y malversando la responsabilidad política depositada por los ciudadanos.

Y eso fue también lo que hicieron ayer los concejales del PP. Si el concepto de lo que debe ser la política municipal y el respeto a una institución como el ayuntamiento es el que desplegaron los concejales populares, apoyando que Pavón se saliera con la suya y planteara, con carácter urgente, la defensa del alcalde gaditano únicamente para que se viera con claridad el desencuentro entre los socios de gobierno, sería conveniente para los cacereños que se quedaran en la oposición. Todo el mundo sabe que la moción de Pavón es cohetería y nada más, un huevo huero. Y aun así los concejales populares optaron por alentar el esperpento, que se remató con el estrambote de Pavón al decir a modo de advertencia, o amenaza, que el PSOE, oponiéndose a la moción, cometió "un error magnífico que a punto ha estado de costarnos a todos carísimo", como si en ello radicara la viabilidad del pacto.

De un partido como el PP, que ha gobernado Cáceres durante los últimos 12 años, se presumía que tenía interiorizada esa actitud institucional que le llevaría a defender que un lugar que simboliza la soberanía de los vecinos, como es el salón de plenos, no puede convertirse en la cámara donde se discuten ocurrencias. Aunque sirvan para meterle el dedo en el ojo al adversario. Porque si eso --meterle el dedo en el ojo al adversario-- es a lo único que aspira el partido de la oposición, mal vamos.