Cuando en mi juventud leía con pasión la historia del periodo trágico y fascinante de la Europa de entreguerras, me llamaba poderosamente la atención el desprecio y la frivolidad con que los totalitarismos lograron marginar la honestidad y la racionalidad y sustituirlos por el arrebato y el impulso fanático. Recuerdo vívidamente cómo se describía esa época en Alemania y la conclusión era que la idea de verdad se había evaporado. La acción totalitaria en la judicatura, la policía y también en las universidades, las asociaciones de vecinos o los clubes de fútbol, hizo que la veracidad quedara completamente degradada y a expensas de los dictados e intereses del partido único que dirigía las conciencias, la voluntad y las ideas de la población y que, no se debe olvidar, contó con amplio apoyo popular.

La manipulación se concentró en los ya entonces poderosos medios de información. Los totalitarismos percibieron la posibilidad de fabricar con ellos una sociedad a su medida. Todos hemos oído alguna vez las frases atribuidas a Goebbels : "Una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad", y la más terrible: "Cuando escucho hablar de cultura saco la pistola".

XAHORA NOx es igual, pero sí se está dando una preocupante deriva de la información hacia el sectarismo. La estrategia mediática permite cada vez menos la expresión racional o el necesario enfrentamiento de ideas. Nuestra época se torna así en campo abonado para los excesos y la propaganda manipuladora. Además se ha producido un enorme crecimiento en la capacidad de los mass media, que ahora construyen un mundo paralelo o virtual para influir la realidad desde los propios medios y no al revés, como debía ser. Orwell avisó hace tiempo de un peligro que no ha desaparecido ni mucho menos.

El sectarismo crece a pasos agigantados, incluso es sospechoso el que trata de templar los ánimos. Si defiendes la no alteración de la parte antigua de Cáceres eres un facha o un carca, y comienza a ser de todo punto preocupante que sea más moderno defender una civilización como la musulmana, que no ha superado la Edad Media, que la Ilustración Europea.

El impulso totalitario surge históricamente en la derecha pero también en la izquierda y eso se quiere, en ocasiones, olvidar. Tan totalitarios fueron Hitler como Stalin y su voluntad de poder absoluto se corresponde casi con la vesania de sus crímenes, sin importar mucho ahora si lo hacían por la nación alemana o el proletariado mundial.

En medio de las tentaciones totalitarias está la democracia, eso que parece tan sencillo y de lo que se alardea, pero que resulta tan difícil ejercer porque ha de pasar por el respeto a las leyes, a los procedimientos y a los mecanismos que la propia sociedad se otorga. Lo preocupante de hoy es que todo se hace para la galería, los medios fabrican y amañan las noticias para llevar el agua a su molino. Más que reflejar lo que sucede, fuerzan a la sociedad a que refleje lo que ellos mismos inventan. Si, a pesar de todo, la realidad es tozuda se cuadra a martillazos, se alteran decretos después de aprobados, se hacen guerras sin sentido o se dice sin decir lo que no se sabe cómo decir para que quede dicho (véase el término nación).

Si te atreves a denunciarlo sin atenerte a consignas no recibes atención o, peor aún, se te tilda de rojo o de facha según quien te hable. Pero habrá que persistir en el empeño, porque sólo desde una actitud abierta se puede encarar el futuro. Ya existen síntomas --evidentes allá donde la asfixia es más intensa-- de movimientos de intelectuales y de ciudadanos que no van a permitir la deriva totalitaria, aunque pasará aún mucho tiempo antes de que se pueda poner remedio. Cuando comenzó el movimiento obrero a denunciar una situación insostenible, hubo de pasar un siglo hasta que la alternativa que entonces representaba se convirtiese en realidad. Resta la esperanza de que se pueda, con mucho esfuerzo, variar el rumbo sectario.

La deriva totalitaria se revierte con medios de comunicación que construyan la honestidad y la veracidad día a día. Porque hasta las palabras están perdiendo valor: fascista es ya un arma arrojadiza que suelen emplear los que tienen más tentaciones totalitarias, por ejemplo los etarras.

Por encima de identidades, de creencias fanáticas, de poses progresistas o de arcadias felices, somos individuos y no se puede acallar la conciencia de la gente a medida que perdamos el preciado tesoro de la libertad, otra cosa de la que todo el mundo alardea pero que casi nadie está dispuesto a defender en el otro.

*Catedrático Historia Contemporánea Uex