Que el omnipotente presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra Carreras (Castellón, 2-8-1945), declarase ayer como imputado en "uno o más delitos contra la Administración" es casi un milagro. El también presidente provincial del PP es un político tan de casta que su tatarabuelo, bisabuelo, abuelo y padre le precedieron al frente de la diputación, en la que él manda desde 1995. Pese a haber perdido un ojo en un accidente de niño, nada pasa en Castellón sin su visto bueno.

Por eso ha sorprendido que el empresario Vicente Vilar, amigo de Fabra, se atreviese a acusar a éste de cobrar dinero a cambio de mediaciones políticas. Claro que el escándalo saltó cuando la mujer de Vilar se separó de él, a quien ha acusado de maltratarla y violarla. Esta compartía la sociedad Artemis 2000 con la esposa de Fabra. Y la empresa Naranjax, de Vilar, comercializaba los productos de aquélla. Mientras reinó la armonía, el negocio fue bien. Fabra consiguió autorizaciones de dudosos productos fitosanitarios, según el propio Vilar.

Para quien, en la intimidad, ha jugado al golf con José María Aznar, como es el caso de Fabra (gran mecenas del profesional Sergio García, que también participaba), no ha de ser difícil que le trate bien un ministro de Agricultura. Y menos aún hacer compatible el cargo público con los negocios privados.