PSOE y Podemos son dos imanes que se miran desde el polo repelente y raramente se mueven para unirse, además si lo hacen es con resultado de chispas. Hasta ahora en Extremadura solo se han producido dos aproximaciones entre muchos encontronazos: el voto favorable de los de Iglesias a la Ley de Medidas de Exclusión Social, y la abstención ante la de Emergencia Social de la Vivienda que permitió sacarla adelante.

El Tramabús ha sido un catalizador que ha reforzado esa repulsión, y que en Extremadura ha llevado al presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, a pedir que los de Podemos se disculpen por haber incluido en los paneles el dibujo de Felipe González.

Este jueves pasado la presidenta del Grupo Parlamentario Podemos en la Asamblea de Extremadura Irene de Miguel -sí, esa extraña estructura en la que el secretario general es Álvaro Jaén pero quien preside a los diputados incluido él mismo es ella, lo que indicaría que estamos ante un dúo dirigente-- interpelaba a Vara sobre la afrenta de los Presupuestos estatales que tienen cabreada a media España.

Se recuerda aquel día de junio del año pasado, tras el segundo desastre electoral del PSOE y victoria de Rajoy, cuando Fernández Vara fue el primero en decir que había que facilitar la investidura del gallego, en otras palabras con los socialistas absteniéndose, y las tortas que le llovieron y caen desde entonces.

La pregunta de De Miguel era si a Extremadura le había compensado el apoyo de Vara a la investidura de Rajoy. Ante lo cual el presidente dijo en un primer momento que no entendía la pregunta. Desde aquel día de junio él ha explicado que no quería al gallego como presidente pero entendía que la minoría mayoritaria de los españoles sí, y que repetir elecciones llevaría a seguir incrementando el tamaño de la bancada popular hasta la mayoría absoluta.

Luego conocimos otra cosa más, y es que los dirigentes regionales del partido, los barones, más poderosos, estaban cansados de la deriva de un secretario general, Pedro Sánchez, que tras desoír los acuerdos alcanzados con ellos que contribuyeron a subirle al sillón, perseguía presidir España como forma de mandar en el partido.

Aquella abstención en la investidura de Rajoy será una mancha en el expediente del partido, pero es seguro que se perderá entre tantas otras, al igual que las buenas pinceladas del mismo autor, habidas en 138 años.

En este debate del jueves De Miguel aventuró que en algún momento llegó a pensar que tras la abstención defendida por Vara, a quien llamó «traidor», habría alguna «contraprestación» por parte del Gobierno para con Extremadura. Favorecer a la Comunidad mediante un acuerdo oculto con el PP. Pero también dijo la diputada morada por contra que Vara lleva tiempo poniendo los intereses del PSOE por delante de los de los extremeños.

La versión repetida del presidente de la Junta es que le movieron los intereses de España, la gobernabilidad del país, aunque también estaba convencido de que con ello evitaba el desastre electoral de su partido.

No es descartable, sin embargo, que en algún rincón del pensamiento el presidente de la Junta situara la posibilidad de que esa «responsabilidad» fuera reconocida por Rajoy. Algo de lo que se puede dudar y de momento no se ha producido.

Debates como este, y asuntos como el Tramabús paseando la cara de Felipe González, indican que prácticamente se cierran las posibilidades de grandes acuerdos PSOE-Podemos en Extremadura en los dos años que quedan hasta las elecciones, más allá de declaraciones institucionales e intenciones benéficas de sentido común.

Entretanto la presidenta de la Asamblea, Blanca Martín, ha advertido a De Miguel -que usó la palabra «mamporrero»-- que no permitirá que la Cámara se convierta en un «circo» más como está pasando «a lo largo y a lo ancho» de España.