Esta es la crisis más extraña que recuerdo; ni los planes económicos del ministro franquista Laureano López Rodó eran tan raros. Todos sabíamos que había una burbuja inmobiliaria, pero era más cómodo mirar para otro lado. También sabíamos que las grandes entidades bancarias publicaban periódicamente sus resultados, con unos beneficios casi escandalosos respecto del ejercicio anterior. La bolsa subió en el 2007 hasta alcanzar más de un 40% de ganancias, y los precios de la vivienda subían cada mes; pero todo el mundo --el Gobierno y la oposición, los primeros-- miraba para otro lado. El Banco de España y entidades económicas extranjeras elogiaban la regulación de nuestros mecanismos financieros, y bancos españoles hacían desembolsos astronómicos para comprar otros bancos de todo el mundo; es decir, Alicia en el país de las maravillas. Pero, de golpe, se cerró el grifo de los créditos: ya no se conceden hipotecas, no se venden pisos, las empresas no tienen dinero, las inmobiliarias van al concurso de acreedores y los fabricantes de coches empiezan a abrir expedientes de regulación de empleo después de haber vendido miles de vehículos de gama alta; muchos trabajadores se van a la calle. El Gobierno inyecta dinero a los bancos, aunque algunos no lo aceptan, ni tampoco vuelven a abrir el grifo. ¿Dónde han puesto los banqueros el dinero que hace un año ganaban tan abundantemente? ¿Lo necesitan para pagar los fabulosos dividendos de los accionistas y las altísimas retribuciones de sus ejecutivos? ¿Qué pasa con el mercado interbancario? ¿Por qué los constructores no bajan los precios de los pisos? No entiendo nada.

J. Tomás **

Correo electrónico