El anuncio hecho por la Asociación de productores del cerdo ibérico en Extremadura de que se encuentra inmersa en una crisis de precios que pone al sector al borde de la ruina, así como la decisión de sacrificar a alrededor de 70.000 madres reproductoras mientras capean el temporal y congelan los lechones a la espera de precios mejores, es una de esas noticias que inquietan por el hecho en sí mismo de que un sector ganadero tan importante como el del ibérico se encuentra en situación difícil, y porque se trata de uno de los emblemas de Extremadura.

El cerdo ibérico en esta región no es un animal de ganadería cualquiera; es una de las señas de identidad regional. Basta para comprobarlo el ingente esfuerzo que ha hecho la Administración hasta hacer que los productos del cerdo de la dehesa estuvieran en las mismas condiciones de cría y comercialización que el resto. ¿Quién no se acuerda en esta región de la raya roja ominosa que durante años actuó como cordón sanitario que confinaba a los cerdos en la zona marcada? Que todo ese esfuerzo, económico y de investigación, no haya contribuido a impedir que los gastos de cría de un cerdo sean siete veces mayores que los precios de venta es un dato desalentador. Como lo es también que uno de los motivos de la ruina del sector es que la norma de calidad del ibérico no haya logrado combatir el ibérico falso, ese ibérico ´manta´, copia del bueno porque tiene su apariencia y que campa en el mercado y lo asfixia.