No salgo de mi estupor cuando leo que el todavía poderoso mandatario norteamericano profetiza que Obama no podrá cerrar Guantánamo y se resiste a reconocer cualquier sevicia en las acciones de su país contra los malos. "Sadam era un personaje malvado, el mundo está mejor sin él". Insiste en negar el sangriento e inútil error que supuso la guerra de Irak. No importa que no hubiera armas de destrucción masiva; la simple presunción de su existencia justificó la barbarie preventiva. Y pese a los daños colaterales les redime la destrucción del monstruo. Eludamos preguntar por qué no actuaron igual frente a todos los tiranos que en el mundo han sido. No habrá respuesta. Sí para defender con una frialdad que el mismo Hitler envidiaría, la tortura por asfixia simulada que practican ¿todavía?, en ese siniestro lugar, émulo de las prisiones de la Santa Inquisición. El señor Cheney expone que gracias a tan caritativa técnica han conseguido grandes éxitos. Quizá por eso ahora mismo Irak es un remanso de paz y Afganistán destino turístico preferente. Y digo yo: ¿qué distingue al vicepresidente de EEUU de los terroristas islámicos? ¿Hasta qué punto de abyección desciende el ser humano para realizar y justificar sus acciones desalmadas? ¿Quién es más fanático? ¿Quién más inhumano? Lejísimos de mí el defender ni siquiera por asomo cualquier tipo de terrorismo fundamentalista ni de ninguna clase. Los asesinos son asesinos en cualquier parte y ninguna injusticia, ninguna maldad perpetrada contra ellos, ningún ansia de revancha, de venganza o de reparación les redime. Pero cuando las democracias y los Estados de derecho empiezan a comportarse como las dictaduras y sostienen en la práctica y sobre todo por la fuerza de su poderío militar que sus sagrados principios y la razón les asiste para pisotear la dignidad humana, el camino del desastre está asegurado. Seguro que Cheney responderá ante la historia, pero por ahora, después de leer sus palabras, sólo se me ocurre pensar, sin desearle ningún mal, que el mundo hubiera estado mejor sin él.