El viernes pasado se produjeron dos hechos que indican que Europa se defiende ante la crisis del euro, provocada primero por el caso de Grecia y después por el contagio a la deuda de varios países soberanos.

En primer lugar, el Parlamento alemán aprobó --si bien por escasa mayoría y con alguna defección en los partidos de la coalición de Angela Merkel-- la aportación alemana (121.000 millones) al fondo de estabilización de 750.000 millones, decidido por la UE el 7 de mayo, cuando flotó un pánico similar al que siguió a la quiebra de Lehman Brothers en septiembre del 2008. Este fondo debe hacer frente a las especulaciones con la deuda soberana de cualquier país del euro, posibilidad que la tardanza en responder a la crisis griega no permite hoy descartar. Se confirma así que Alemania sigue apostando por Europa y la mayoría raspada tampoco debe preocupar en exceso. Los socialdemócratas se han abstenido más para censurar a Merkel que por desacuerdo con el fondo de estabilización. Las reticencias están más en sectores de los partidos gobernantes y en la ortodoxia económica del Bundesbank.

El segundo hecho es la reunión de la denominada task force : los ministros de economía del Ecofin, pero también Herman van Rompuy, presidente de la UE; Jean-Claude Junker, presidente del Eurogrupo; y el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet. La primera reunión de la recién creada task force pretendía una mayor conjunción de las políticas económicas para defender al euro. Van Rompuy propone endurecer el plan de estabilidad (la rápida reducción de los déficits públicos) y avanzar hacia una gobernanza económica de la UE. Los alemanes insisten todavía más en la austeridad presupuestaria y quieren dar más papel al BCE (o a un grupo de institutos económicos) a la hora de enjuiciar las políticas fiscales de los países. La gran incógnita es si se avanzará en la gobernanza económica quitando peso al papel de la Comisión Europea y subiendo el de Alemania y el del BCE. No es muy europeísta en el sentido clásico, pero quizá lo sea en la práctica. Hoy, el pragmatismo manda y Trichet ha dado un paso relevante al decidir, pese a la reticencia alemana, comprar bonos de los estados atacados por la especulación.

La conclusión de la reunión de la task force es poner un mayor énfasis en la reducción del déficit público (España está en el 11,2% frente a una media del 6%) y del ratio de deuda pública sobre el PIB (aquí estamos mejor que Alemania, Francia y la media comunitaria). Pero reducir con fuerza el déficit castigará el bienestar de los países si la austeridad se impone como una medicina plurianual. Alemania ha puesto en su Constitución que el déficit no podrá superar el 0,35% del PIB en el 2016 (ahora está en el 5%) y Nicolas Sarkozy propone algo no muy diferente para Francia, además de retrasar la edad legal de jubilación. Angela Merkel argumenta que en Alemania ya está en los 67 años.

España, como todos los países, deberá seguir la línea de Bruselas. Estamos endeudados en euros y este año tenemos que renovar créditos por casi 300.000 millones. Hacer keynesianismo en un solo país nos llevaría al desastre. En este punto, José Luis Rodríguez Zapatero ha hecho con valentía lo inevitable. Y es muy difícil que, a la hora de la verdad, Mariano Rajoy pueda votar contra la política de austeridad que preconizan --para todos los países, no sólo para España--, Merkel y Sarkozy. La moneda única condiciona.

Otra cosa es que la UE pueda equivocarse. Joseph Stiglitz, el premio Nobel de Economía, acaba de declarar que los recortes pueden dañar la economía y que el euro débil no es una catástrofe. Como antes pasó con el dólar, impulsaría la exportación. Pero el keynesianismo europeo tampoco es fácil. Los mercados atacan porque el euro, al contrario que el dólar, no tiene detrás ni un Estado ni un auténtico banco central como la Reserva Federal, aunque Trichet está dando pasos. Europa se defiende. Pero tiene dos peligros. Uno es que no es un Estado, sino más bien un OPNI (Objeto Político No Identificado). El segundo es que se puede equivocar en las recetas.