La España de 2009 no sería como es --la democracia, la economía, nuestro desarrollo, nuestro nivel de vida-- si no hubiéramos formado parte de Europa, de una Unión Europea que nosotros también, aunque tarde, hemos ayudado a construir. En los años 60 y 70 muchos españoles fueron inmigrantes en Europa y contribuyeron a su desarrollo económico. Desde nuestra integración, no sólo somos europeos sino que gracias a los fondos de la Unión, contamos hoy con excelentes infraestructuras, trenes de alta velocidad, autovías, dotaciones sociales y urbanísticas que han cambiado España de arriba abajo. En lo político también hemos recuperado la normalidad, desde Europa hemos puesto en marcha una moneda única y, ojalá, algún día también un verdadero Gobierno europeo que acabe con las miras estrechas de tantos políticos de vía estrecha.

Todo eso se sustancia de alguna manera en las próximas elecciones europeas. Tanto por lo que se ha hecho como por lo mucho que queda por hacer para tener una voz potente en el mundo, un verdadero Parlamento con poder legislativo pleno y un Ejecutivo que nos convierta en un referente mundial, son muy importantes las elecciones del 7-J. El Parlamento Europeo es la única institución de la Unión Europea elegida por sufragio directo. Sus 785 diputados representan a 492 millones de ciudadanos de los 27 Estados miembros de la Unión Europea. Nada menos.

Pues bien, a los partidos españoles, que son los que tenemos, las elecciones europeas no les interesan en función de la política que hay que hacer en Europa o desde Europa sino exclusivamente por cómo aprovecharse de ellas en España. A nadie le preocupa el contenido de los programas electorales. Lo que preocupa a unos y alienta a otros es que Rajoy puede estar en peligro en el PP si su partido se da un batacazo y él mismo ha designado cabeza de lista a Mayor Oreja más por claves internas que por razones de fondo. A López Aguilar , que fue un buen ministro de Justicia al que desterraron a Canarias para ver si era capaz de ganar la batalla al PP y a Coalición Canaria, le han metido en la lista europea para compensarle del marrón y darle una salida (como si no fuera digno ser el jefe de la oposición en Canarias). Preocupa o interesa que Zapatero pueda sufrir la primera derrota, no que gane peso en Europa...

El penúltimo episodio es la defenestración por CiU de Ignasi Guardáns , uno de los eurodiputados que más y mejor han trabajado en Bruselas, para poner como cabeza de lista a un independiente de perfil soberanista, hacer así un guiño al electorado independentista y aparentar ser más nacionalista que ERC. Si los parlamentarios europeos pudieran hablar con libertad, sin miedo a perder su lugar en las listas, casi todos reconocerían que pintan menos en sus partidos que muchos conserjes, pero que Europa es una aventura apasionante e imprescindible para los españoles-europeos. Pero para eso hay que creer en Europa y no utilizarla arteramente en clave nacional.