The Newsroom apuesta por la excelencia. Diálogos vibrantes, tramas ambiciosas, desenlaces climáticos y debates éticos sobre la función del periodismo son algunas de sus señas de identidad. En The Newsroom se busca la genialidad a toda costa. Y esa es, paradójicamente, mi objeción a la serie de Sorkin: tanta genialidad, tanta excelencia y tanto idealismo acaban por cansarme.

En el canal de noticias ACN no hay cabida para los tontos, indecisos o inmorales. Muy al contrario, allí solo trabajan genios de incuestionable integridad. Sea el presentador, la productora ejecutiva, el informático, la guapa economista o el redactor de turno, todos ellos sin excepción saben siempre qué pensar, qué decir y, más importante aún, qué hacer. Cada uno de los miembros de la plantilla de ACN es un clon de Clark Kent que puede tardar décimas de segundo en convertirse en Superman cuando la ocasión lo requiere (es decir: siempre).

The Newsroom es maximalista y abusiva. Maximalista porque pone toda la carne en el asador (la aburrida cotidianidad está prohibida) y abusiva porque exige generosidad al espectador, obligado a establecer un acuerdo tácito con la serie para aceptar que tanta genialidad pueda convivir en la redacción de un canal de noticias. The Newsroom pretende ser real (trata temas de la actualidad estadounidense que en cierta manera afectan a todo el planeta), pero su apuesta por un tempus propio de un thriller y cierta aparatosidad le restan cualquier atisbo de realidad. Dejando a un lado estas discrepancias, The Newsroom es una serie que ningún aficionado al buen cine y al periodismo debería perderse.