La factura farmacéutica no deja de crecer en Extremadura. Somos la comunidad que, salvo alguna excepción, mes a mes encabeza la clasificación de los recursos empleados por habitante en pagar los medicamentos: en el mes de abril más de 32 millones de euros, frente a los 30 del anterior.

Los últimos datos dados a conocer ayer mismo dibujan este mismo panorama: el gasto subió en abril un 7% en la región frente al 4,5% de la media nacional. Prácticamente todas las instituciones relacionadas con el medicamento apuntan a que es la implantación de la receta electrónica la causante de este incremento, y aunque hay suficientes datos que permiten estar de acuerdo con ese diagnóstico, no hay que olvidar tampoco que la tendencia alcista del gasto del SES en farmacia ya existía hace dos años, cuando todavía no estaba extendido este tipo de receta.

Sí es claro que la causa de la subida es el aumento del número de recetas y no del precio de los medicamentos, que aumentó en el último mes únicamente un 0,11%. Las medidas adoptadas por el Ministerio de Sanidad del brazo de las comunidades autónomas para exigir precios más bajos a las compañías farmacéuticas --la extensión de los genéricos y de los precios de referencia ha sido decisiva-- permiten aventurar que en el futuro cercano la desviación del gasto tampoco llegará vía aumento de los precios.

Todo ello significa que las medidas de ahorro debe tomarlas el SES internamente y deben ir encaminadas a la contención de la prescripción, al mayor control de lo que llega al usuario. En este sentido, el procedimiento que ha establecido la receta electrónica, pensada para evitarle al enfermo crónico visitas al médico y a este invertir tiempo en expender recetas, puesto que tienen un periodo de vigencia de 3, 6 o 12 meses, no tiene en cuenta que está facilitando la obtención de un medicamento aunque no te corresponda y que no todos los enfermos son iguales ni tampoco la forma en que se sigue un tratamiento. Estandarizarlo, no ejercer el control que antes llevaba el médico cada vez que el enfermo iba a la consulta ´a por recetas´, tiene estas consecuencias económicas.

Los colegios de farmacéuticos han propuesto un sistema que bien podría tenerse en cuenta puesto que conserva lo mejor de la receta electrónica, que es el ahorro en tiempo y burocracia para los médicos de los centros de salud --ya suficientemente agobiados con la carga asistencial diaria--, con el estricto control sobre la prescripción. Y es utilizar el chip de la tarjeta sanitaria para que el farmacéutico compruebe tanto que la receta corresponde al portador de la misma como que el chip contenga la información precisa sobre el tratamiento, su duración y los medicamentos que necesita. Otras medidas, como enviar a los usuarios una especie de ´facturas en sombra´ para que conozcan cuánto cuesta su tratamiento, o habilitar un teléfono de información, tienen menos incidencia en la contención del gasto puesto que no inciden directamente en su control. Y hay muchos beneficiarios del sistema a los que es necesario que se les controle para que el propio sistema no termine descontrolado.