Google.com.hk. Esta es la dirección a la que van redirigidas las búsquedas de los internautas chinos después de que Google desmantelara su portal en China y potenciara su página radicada en Hong Kong, donde hay más libertad, según la fórmula: Un Estado, dos sistemas. Para el régimen comunista de Pekín, censura y autocensura son condiciones innegociables a las que debe doblegarse quien quiera operar en aquel país donde la matanza de Tiananmen, el dálai lama o la secta Falun Gong son tabú.

En el pasado, todas las grandes compañías estadounidenses que ofrecen servicios por internet, entre ellas Google, se habían sometido a las exigencias chinas en un ejercicio de pragmatismo liberticida. El conflicto que ha enfrentado dos meses a Google con Pekín, no nace de una defensa acérrima de la libertad de expresión, sino de la necesidad de absoluta seguridad para operar.

En enero, el correo Gmail del buscador sufrió un ciberataque promovido por instancias oficiales chinas que alertó a la multinacional de lo arriesgado que era actuar en el país. Quien ha salido ganando de este conflicto es la libertad de expresión. No es que el mundo haya descubierto que en China hay censura. Pero sí ha confirmado hasta qué punto es vital para el régimen de Pekín.