TCtomo ministro, hasta hace un par de meses, le llamaban don José ; ahora, ante la que está cayendo, él mismo ha vuelto al papel de Pepe Blanco, vicesecretario general y escudo del PSOE. Las circunstancias adversas ponen a prueba el temple de los políticos. Pepe Blanco, está demostrando un temple del que otros en el Gobierno carecen. Empezando por el propio Zapatero , que parece demediado desde que anunció la congelación de las pensiones y el recorte del sueldo de los funcionarios y se quedó sin discurso ante los suyos. Por no hablar de la vicepresidenta Salgado , responsable, sobre el papel, de la conducción de los asuntos económicos pero que está desaparecida.

Blanco, por el contrario, da la cara. Entre ralentines y síncopas traídas de su Galicia natal, pero da la cara. Trata de explicar lo inexplicable del zapatazo a los pensionistas mientras el Gobierno se olvida de las sicav y otras ingenierías ideadas para tributar a la baja, pero resiste las preguntas incómodas de los periodistas o las interpelaciones envenenadas de los parlamentarios de la oposición. Es un político a la vieja usanza. Dicho sea como encomio de quien acepta el debate sin rechazar el cuerpo a cuerpo.

El Gobierno tiene no sé cuantos ministros, pero parece que en este momento sólo Blanco y Rubalcaba brillan con luz propia --que Chacón permanezca en un discreto segundo plano tiene sentido dada la naturaleza de su encomienda--. El resto --descontando a Gabilondo que no tiene carné--, están, pero nadie les espera pese a que nunca el Gobierno estuvo tan contra las cuerdas evidenciando la insoportable levedad política de un equipo ministerial hecho a la medida de las corazonadas de quien lo preside. Ya digo, en estos momentos si salvan la cara es por Pepe Blanco. Propios y extraños admiten que es el hombre fuerte del Gobierno. Dada la personalidad de su jefe, yo, en su lugar, empezaría a preocuparme.