TAt menudo, siguen apareciendo escritos en la prensa y alzándose voces en las tertulias contra todo trabajo o evocación de los acontecimientos de nuestra Guerra Civil. Ahora, con motivo del simposio que sobre ello se celebra en la Biblioteca de Extremadura, se acrecientan los reproches, que tienen este argumento común: hay que olvidar y no remover lo que aconteció, porque unos y otros cometieron atrocidades a las que debemos pasar página.

¿Tan difícil es comprender que no hay peor página que la que se arruga, dobla y oculta sin leer en su totalidad? ¿Tan costosa es la reflexión con respecto a los estudios cíclicos, espirales, continuos que los historiadores, como también los prehistoriadores, los arqueólogos, hacen, para llegar a un esclarecimiento que lleve a una mayor aproximación a la verdad? ¿A qué se teme? ¿Por qué echar más tierra sobre lo que se arrojó tierra real salvajemente?

Durante largas décadas se investigaron, y mucho, las atrocidades de un bando contendiente. Y se impidió lo que se refería a los demás, a los que perdieron la contienda prolongada en la posguerra interminable. Es obligatorio alisar la página, desarrugar lo deformemente envuelto. Analizarlo con serenidad y con rigor. Nada peor que desconocer, saber a medias, envolver en la leyenda los sucesos, mitificar.

Como un buen médico, el historiador ahonda, limpia, presenta lo acaecido ejemplificadoramente. Y luego, se devuelve al respeto del descanso a lo que son sombras que vagan por la imaginación y el dolor heredados.

Civilizadamente, reposadamente y, a la postre, lo más seguro, sin rencor para el presente y el futuro que tenemos que ayudar a construir.

*Historiador y portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Badajoz