El presidente del Gobierno, José María Aznar, ha utilizado palabras medidamente graves para reprochar al lendakari Juan José Ibarretxe que plantee su plan de autodeterminación encima de 1.000 muertos . Porque es cierto que el nacionalismo vasco no podrá sustraerse de la acusación de que ejerce un chantaje inaceptable si pretende modificar las reglas constitucionales y estatutarias mientras ETA mantiene su amenaza criminal, aunque en cambio resulte injusto acusarlo de connivencia directa con los terroristas como hace el PP con demasiada ligereza. Por el otro lado, se le debe recordar a Ibarretxe que la voluntad de una mayoría simple de los vascos, si no hay un consenso social y político amplio, no es suficiente para exigir una modificación del Estatuto y de la Constitución. Sería deseable, de todos modos, que Aznar distinguiese claramente entre los aspectos del plan que son rechazables para cualquier partido democrático y las modificaciones estatutarias de tipo diferente, muchas de ellas razonables, que se plantean desde otras regiones o las que, incluso, contiene la propuesta de Ibarretxe. En los temas políticos delicados e importantes todas las simplificaciones son inquietantes.